martes, 22 de octubre de 2019

Capítulo 11: Estalló la burbuja (!)



A medida que pasaban los días, su relación se mantuvo bastante bien, incluso iba para mejor. En su tiempo libre, el general la consentía lo suficiente como para mantener quieto a Negrito con tal de que ella lo dibujara tranquilamente, por ahora solo se acumulaban dibujos inofensivos, los bocetos de su esposo se escondían al fondo de todos los demás. 
El caballo era... un modelo dispuesto, no es como si ella estuviera probando su suerte con tal de montarlo pronto. 
Finalmente llegó la carta, aquella que estaban esperando de la capital. En realidad fue un decreto.
Un decreto imperial.
✿✿✿
Ella estaba... callada. No era que fuera demasiado habladora, pero nunca estaba tan callada en la cama. Y mientras la besaba y acariciaba,con la esperanza de escuchar un gemido escapar de sus labios, o incluso una risita. Ru Shan Yong descubrió, que se estaba mordiendo las mejillas, manteniendo la boca cerrada, abrazándose desesperadamente para no hacer ningún sonido.
Y no podía entender por qué.
—Te lastimarás —. Le susurró a ella presionando su boca con un dedo, que ella también mordió. Si hubiera sido una mano más suave, ya estaría saboreando sangre.
El general no reaccionó demasiado, en cambio, se preguntaba qué estaba pasando en su cabeza. Se había comportado de una manera muy extraña desde que él le habló de irse.
—Te lastimarás los dientes.— susurró de nuevo, planteándose por un momento abrirle la boca con otro dedo para liberar el primero, pero decidió no hacerlo cuando vió como ella presionaba más sus dientes.
Había un destello de ira en los ojos de ella cuando vio su falta de reacción, y pensó que ella quería que se enojara también... y ese hecho lo desconcertó.
Al final, ella lo soltó por sí misma, culpándolo con la mirada... algo que... le era imposible comprender. Él se había familiarizado bastante con sus miradas y antes podía decir las razones por las que ella generalmente estaba enojada con él, (lo que la mayoría de las veces, si no todas, estaban relacionadas con Li Ming Qi) ahora definitivamente no sabía por qué y no fue por una falta de intentos.
Qué persona tan difícil de entender.
Él se acurrucó en su cuello, inhalando su aroma, tratando de memorizarlo sin ninguna motivo real que pudiera nombrar. Tal vez porque esta vez iban a estar separados por un período más largo e incluso si él quisiera, no podría regresar.
—Mu Rong An.— las palabras salieron de sus labios en un suave aliento.
La sintió tensarse debajo de él.
—Repítelo,— dijo su voz en un tembloroso aliento, —Repite mi nombre.—
Ru Shan Yong se levantó, sus ojos buscaron los de ella bajo la tenue luz de las velas. Ella lo miraba con un poco de inquietud, un poco de miedo; un poco de... aprensión... y no podía entender la fijación que ella tenía con su nombre. El miedo que ella sentía en este mismo momento... ese estado de casi perder la cordura.
¿¿Y cómo podría entenderlo? Nunca había amado hasta el punto de la locura. Tuvo el corazón roto, sí, pero ni mucho menos se pareció a lo que ella había sentido. Tal vez porque Mu Rong An había amado durante más tiempo o tal vez porque el suyo no era saludable. Del tipo que no conocía la moderación... Ese dolor desgarrador de ver a su amado elegir a otra, verlo tomar el lado de la otra mujer en cada discusión, verlo llamar y susurrar el nombre de esa persona con tanto amor. Ah, esa pareja no habían tenido reparos en hacer alarde de su amor en su cara... y más allá de haber sido avergonzada, debió sentirse muy herida.
Mu Rong An. Mu Rong An. ¿No tenía ella un dulce nombre? ¿No era hermoso también? ¿Fue tan difícil decirlo?
No importaba si en este momento Ru Shan Yong no decía su nombre con la misma adoración que Hen Ru Ying tenía en su voz cuando nombraba a Li Ming Qi. Mu Rong An sintió que estaría contenta si la llamaban; si esta vez la persona cuyos labios decían su nombre pertenecían al hombre que deseaba; entonces tal vez tendría esa ilusión de ser la elegida.
—Mu Rong An,— la complació, su voz, a pesar de que solía gritar a sus hombres durante los entrenamientos o en el campo de batalla, esta misma voz ahora resultó ser increíblemente suave, ya que enunciaba las sílabas que componían su persona; pronunciando su nombre como una caricia, como alguien que realmente le importaba.
La vio sonreír. No del tipo que ella solía tener, ese educado gesto de mover la comisura de sus labios hacia arriba, esa réplica perfecta de los protocolos y formalidades del palacio. Esta mujer lo había perfeccionado hasta el punto de que incluso las sonrisas falsas podían parecer reales, entibiando su mirada detrás de esa ilusión de serenidad. Oh, cómo es que a él nunca le gustó. Todos esas ceremonias en el palacio y esas personas que nunca pudo leer por completo. Personas con las que siempre debía estar alerta, cuyas palabras siempre tienen dos, tres o muchos más significados. Esas mismas personas de las cuales el Segundo príncipe siempre intentaba encontrar un respiro... y Ru Shan Yong, demasiado acostumbrado a su entorno lleno de personas contundentes, simples y la mayoría de las veces directas, encontraba la proximidad de esas personas aún menos agradable que Hen Ru Ying, que se había acostumbrado a ellos desde la infancia.
Sin embargo, la persona en su cama, en su brazo, debajo de él en este mismo momento era la representación viviente de todo eso... sin embargo, en ese preciso instante la idea de estar en otro lugar no pasó por su cabeza.
Los labios de ella temblaron un poco, su sonrisa no llegó a sus ojos y él estaba un poco consternado, preguntándose si también era falsa. Estiró la mano hacia sus labios, temblándole ligeramente los dedos cuando tocaron su labio inferior.
—Una vez más,— le pidió con una voz apenas audible.
Tomó su mano estirada y le dio un beso en el centro de la palma. A Ru Shan Yong, por primera vez, le pareció que esta mujer también podía ser sinceramente frágil a veces.
—Mu Rong An,— susurró contra su palma.
Estiró la otra mano y le tocó la cara, sosteniéndola entre ambas manos. Su cortina de cabello enmarcando su rostro, se deslizó entre sus dedos. Dejó que lo mirara cuanto quisiera, atentamente, como si fuera la primera vez que lo miraba, que realmente lo miraba.
—Mu Rong An,— le repitió y ella sonrió de nuevo.
Podía sentir la sonrisa de esta mujer incluso cuando se inclinó para besarla. Sus lenguas se tocaron, su aliento se mezcló más que nunca. Esa sonrisa tonta todavía estaba en su rostro cuando se separaron, y tal vez eso fue lo que lo llevó a seguir llamándola durante toda la noche.
El desastre en la cabeza de Mu Rong An se dispersó y la dejó en paz mientras no sentía nada más que sus labios en su cuello, en sus senos, labios que repetían su nombre con mucha suavidad.
Él perdió la cuenta de la cantidad de veces que la llamó por su nombre, pero llegados a un punto, ella hizo eco con el suyo propio, una y otra y otra vez hasta que sintió que ambos se estaban ahogando en sus nombres.
Cuando llegaron al climax, ambas voces murieron en la boca del otro, con los labios cerrados. Sin embargo, cuando se separaron, Ru Shan Yong sintió una humedad en su mejilla que lo sobresaltó.
—¿Te lastimé?
¿Cómo podía él pensar eso? Fue mucho más amable de lo que ella creía humanamente posible. Sin embargo, parecía horrorizado con la idea y un fantasma de una sonrisa apareció en los labios de ella mientras murmuraba un "no" roto, sonriendo pero sin hacerlo al mismo tiempo, y con lágrimas rebeldes que seguían humedeciéndole la cara.
La cordura regresó, y con ella, un mayor desastre en su cabeza.
Cuanto más gentil era él, más asustada estaba ella.
Sin la capacidad para conocer los acontecimientos en la cabeza de ella, él solo podía limpiar su rostro y acercarla a su pecho, dejándola recostarse sobre él, y por más de una vez, deseó poder estar al tanto de sus pensamientos. Ella lo abrazó con fuerza y ​​él inhaló el aroma de su cabello, golpeándole suavemente la espalda. Sabía que en este mismo momento que aunque preguntara, no lo llevaría a ninguna parte, porque ella no respondería.
✿✿✿
Hacía un poco de calor a pesar de que recién estaba amaneciendo. El cielo todavía estaba un poco oscuro con rayos naranja desde lejos. Pero, ¿por qué tenía tanto frío? Estaba despidiéndose... no era la primera vez... pero estaba muy asustada de que esta fuera la última. Esas ideas estaban en su mente durante días y ahora se negaban a dejarla sola. Era algo imposible de compartir pero estaba dañando su cordura.
Esta vez él llevaba su armadura y ella lo miró con ojos vacíos mientras él terminaba de colocársela solo, como solía hacer
Ru Shan Yong tenía bastante confianza y, sin embargo, ella estaba pensando demasiado. Intentó sonreír, tal vez en un lamentable esfuerzo.
Ella había descubierto que recientemente se había sentido... feliz, alegre y atrevida... feliz, tan inmensamente feliz... y la comprensión de eso... la hizo pensar demasiado... Ser feliz no estaba en su plan..., nunca lo había sido, en realidad... Ella había pensado que viviría sus últimos días como quería... sin inclinarse a la voluntad de nadie más que a la de ella y estaría satisfecha con eso, sin importar a dónde la llevaran sus decisiones... pero fue feliz aquí... y ahora ella estaba aferrándose desesperadamente a la esperanza de que eso no desapareciera...
Si se hubiera casado con Hen Ru Ying como había deseado en sus sueños infantiles, y si Li Ming Qi nunca hubiera aparecido, habría llevado una vida en la que hubiese tenido que compartir a su esposo con concubinas. Él era un príncipe después de todo, y en aras de ser virtuosa, ella le habría dicho que sí, expandiendo su patio trasero un poco en el futuro. Siguiendo las tres morales y las cuatro virtudes, aunque solo sea superficialmente. Sin embargo, no dudaba que se hubiera comportado como su madre; por supuesto que habría oprimido a esas concubinas, haciendo sus vidas lo más incómodas posible si se portaban demasiado atrevidas, y tal vez tampoco las hubieran dejado tener hijos fácilmente. Sin embargo, incluso así, podría haber apoyado a su esposo el príncipe, esos eran sus pensamientos en este momento. Ella habría sido la esposa principal y estaría contenta sabiendo que tenía el amor de su marido. ¿Y respecto a las concubinas? Con su talento se habría asegurado de que fuera el número mínimo de ellas. Esa era la vida para la que estaba lista y entrenada desde joven.
Sin embargo... ¿por qué era feliz ahora? Realmente, tenía el estómago lleno de quejas, vivir aquí estaba lejos de lo que le agradaba... al mismo tiempo... el no vivir aquí... esa idea era mucho más molesta...
Si Mu Rong An tuviera que definir lo que sentía por Ru Shan Yong, sería pura posesividad. Siempre había sido una persona a la que no le gustaba compartir y, dado que la situación no era una en la que le importara si su esposo la veía bien, ella lo había dejado bastante claro, sin importarle que él lo hiciera; como encontrarla poco virtuosa. De todos modos, él era alguien ya consciente de dicha naturaleza.
Sin embargo, a pesar de todas las cosas que podía odiar en su mansión (y en realidad eran muchas) descubrió que sus días cuando estaba junto a él no eran tan malos.
Felicidad robada... ¿hasta dónde podría llegar?
¿Cuántos destinos alteró esta decisión suya? ¿Cuántos murieron por ella, cuántos vivieron porque ella cambió el rumbo que le fue escrito?...
Mu Rong An descubrió que no le importaba. El mundo entero podría explotar y morir pero a ella no le importaba. El único destino que le importaba era el de ella, el de sus seres queridos... y ahora también el de él. Y se preguntó un poco si estaba enloqueciendo.
Los eventos transmitidos por tantos meses y todo en lo que podía pensar era en cómo se suponía que ella debía morir en un momento como este, y cómo su vida... la que logró salvar... en realidad podría ser reemplazada por... la muerte de otro. La de él.
¿Por qué seguía viendo muertes en sus sueños últimamente?
—¿Qué es esto?— Preguntó él cuando terminó con el adorno de su cabello. La expresión que ella tenía en la cara era... intrigante.
—Nada.— Ella le respondió. Y por una vez descubrió que por mucho que ella quisiera, la sonrisa no podía formarse en sus labios.
—No hagas eso... No empieces a mentir... No a mí.
Ru Shan Yong frunció el ceño tratando de entender a su mujer. Ella apenas dormía, se había despertado mucho antes que él, e incluso cuando comenzó a preparar su partida, ella se sentó allí, en su cama, mirándolo sin decir nada. Su cabeza estaba sobre sus rodillas, la manta envuelta alrededor de sus hombros, apretada en su cuerpo pidiendo por el calor que le faltaba, temblando muy ligeramente.
Él ahuecó su mejilla y ella inhaló un poco al contacto de su piel con la de ella, girando su cabeza para presionar un beso en su palma, sin pensar.
Sin embargo, ella no dijo nada.
Ru Shan Yong no estaba seguro de lo que estaba esperando de sí mismo. Aún así, deseó que ella hablara.
—Llévala contigo.— Las palabras fueron susurradas, suaves, golpes cálidos en su mano, que apenas atrapó.
Pero él realmente no entendió a lo que se refería.
—Feng Xi.— Añadió.
Ella había ganado, ¿no? Mu Rong An podría sentirse bien por eso, no había sentimientos amorosos en él cuando evocaba a Feng Xi.
Y mientras pensaba eso, lo único en la mente de él era "ella no está comportándose como su usual 'yo'."
—¿Por qué?
Porque ella le dio la espalda. Porque se suponía que ella debía estar allí. Porque se suponía que debían ayudarse mutuamente y salvarse la vida.
Porque... Porque Mu Rong An quería que él viviera...
En este momento atormentado de locura febril, ella podía encerrar su egoísmo por unos momentos, queriendo sinceramente que él viva.
Tenía muchas razones por las que podría decir, razones por las que prefería morir antes que declarar... así que fueron palabras cortas las que salieron de sus labios:
—Ella es buena con la espada.
Ru Shan Yong esperó por un momento y cuando parecía que ella no iba a agregar nada, dijo:
—También lo son mis hombres.
—...
Ella ya había dicho lo que tenía que decir, no respondería por esa mujer dos veces.
—Pero ella es realmente buena,— reconoció él, —por eso se quedará contigo. Un guardia más no te hará ningún mal. Una mujer como ella es más apropiada para seguirte a todas partes—.
Ella frunció los labios en una delgada línea pero no dijo nada. Los refuerzos de la capital ya habían llegado. Ahora se estaba yendo para hacerse cargo y en los próximos días organizaría la evacuación de la población. Estaban todos listos, mucho más preparados de lo que deberían haber estado originalmente... y ella simplemente había estado echada con infinitas pesadillas y malos días.
¿Por qué de repente estaba plagada de tantos pensamientos oscuros?
—No morirás.— Él sintió la necesidad de asegurarle: —No hay ningún peligro que amenace tu vida—.
Ella solo lo miró sin interés, sin levantar la cabeza de sus rodillas y con los ojos cerrados, exhaló, sintiéndose repentinamente tan... cansada.
—...Lo sé.
—Vuelve a dormir.
—No tengo sueño,— murmuró con los ojos cerrados, deseando que las escenas sangrientas detrás de esos párpados también desaparecieran.
—Volveré a casa.— Dijo de repente mientras ella lo miraba.
Ciertamente, frágil no era una palabra que debería usarse para describir a este hombre, pero como estaba ahora, por la vida de él, no podía recordar todos aquellos momentos en los que solo pensaba en retorcerle el cuello. Y se suponía que eran muchos.
—Luego regresaremos a la capital.— Tomarían el camino de regreso a la capital en este mismo momento no era realmente factible, él solo podía pedirle que lo esperara.
Ru Shan Yong no tenía planes de morir. (¿Alguien alguna vez los tuvo al ir al campo de batalla?) Aún así, el general Ru confiaba en su regreso. Y ella descubrió que le gustaba bastante, la idea de que tal vez, lo que la estaba privando de dormir en este momento era que temía por su vida, aunque solo fuera por un momento.
✿✿✿
Mu Rong An se había sentado en su cama y no lo acompañó a ninguna parte, tampoco lo vio. Los sonidos amortiguados de los cascos de los caballos en el suelo y sus relinchos, le dijeron todo lo que tenía que saber le gustara o no... y el silencio que surgió al cabo de un rato fue algo que no le gustó del todo. Ella se sentó allí, mucho después de que él se fuera, mientras el cielo se despejaba y el día reinaba. Se dejó caer en la cama otra vez. Al final, no era algo que ella pudiera controlar.
Mu Rong An descubrió mucho después, cuando finalmente se levantó de la cama y dejó de echar a los sirvientes que intentaban entrar con comida, que tal vez, ella debería haber salido a hablar con él antes de que él se fuera; porque realmente, él sabía ser terco. ¿No dijo que estaba bien sin que Feng Xi estuviera aquí? ¿Qué estaba haciendo esa mujer en su mansión?
La mujer la había estado saludando y en esta ocasión, por una vez, vestida con ropa de mujer. Mu Rong An no estaba realmente de humor para eso, así que trató de que los otros sirvientes e incluso los guardias la vieran. Sin embargo, la esposa del general se disculpó, porque parecía que era la única orden que no podían seguir. Ru Shan Yong sabía, después de todo, que no le agradaba la otra mujer.
Podía escuchar en sus recuerdos su propia voz alabando la habilidad con la espada de la mujer. Realmente, ¡había sido para que esta mujer lo siguiera a él, no a ella!
Al escuchar las palabras de esos sirvientes, Mu Rong An tenía una cálida sonrisa que su esposo habría reconocido como falsa y con un signo particular de ira. Mientras se preparaba para reprenderlos a todos, se balanceó un poco y Feng Xi se apresuró a estabilizarla.
Y si en el momento en que Mu Rong An no estaba particularmente contenta con eso, más tarde sintió que podía estar mareada todo el día y que ciertamente no le importaría mucho.
Porque, realmente, la única razón por la que comenzó a no importarle el hecho de que comenzó a vivir bajo el mismo techo que Feng Xi fue sin duda que el médico, después de pedirle que comiera, le dijo que estaba esperando. Realmente esperando un niño. Al escuchar tales noticias, su estado de ánimo se aclaró y sus pensamientos tormentosos finalmente dejaron el lugar a otros más brillantes. Ah, incluso la cara de Feng Xi era soportable de ver ahora.
Nada podría haber ocupado sus pensamientos mejor que eso. Y ella era la única inquieta ahora que no sabía qué hacer con su euforia. Sus sirvientes estaban invitándola a quedarse quieta. Pero ella había esperado tanto tiempo... finalmente escuchó esa tan buena noticia, realmente, estaba llena de alegría. Ella escuchó sin realmente escuchar al médico, fueron principalmente sus sirvientes quienes le escucharon, estaba demasiado ocupada tocando su estómago, imaginando que estaba hinchado... Imaginando ser madre... del hijo de Ru Shan Yong.
Una pena que ya se hubiera marchado. Se preguntó cómo habría reaccionado al oír tal noticia... Estaba demasiado contenta en este momento para siquiera conjurar pensamientos negativos, así que, ¡por supuesto él hubiera sido feliz!
Sin embargo, después de un tiempo, se serenó y la sonrisa tonta dejó lugar a una más cortés; agradeció al médico y le consultó por las precauciones que debía tomar y las recetas que debía seguir.
✿✿✿
Feng Xi iba a ser la guardia más cercana que podía aceptar, pero por el momento, ya que todavía estaban en la mansión, Mu Rong An realmente no tenía que tener a esa persona cerca todos los días. Hablaban a veces, pero no era como si Feng Xi fuera alguien a quien le gustaba sentarse sin hacer mucho, así que la mayor parte del tiempo se la podía encontrar con los otros guardias en un duelo, en algún lugar de la mansión o revisando su itinerario para los días entrantes. Y a su lado, Mu Rong An ocuparía sus días como solía hacerlo. Dibujando, tocando música... preguntándose cómo ser madre... Soñaba mucho más sobre eso que en otras cosas.
Levantando su pincel, descubrió que en realidad era bastante fácil imaginar un hijo. Uno sano y regordete. ¿Iba a ser un niño o una niña?
Mientras acariciaba su estómago aún plano sobre su ropa, se preguntó si podrían ser gemelos, ¿se consideraría codiciosa?
Al final no importó, ya que los imaginó a ambos de todos modos, tratando de encontrar características que pudieran coincidir con ellos. Al pensar en Ru Shan Yong, siempre había una sombra de duda que ella descartaría rápidamente. Para volver a lo que estaba haciendo anteriormente. Una niña con sus ojos, su nariz; un niño con el pelo, las orejas, la boca. Y luego invirtió las características..
Ella llenaba sus días así. Incluso pensando más a futuro, contemplando cómo serían sus rasgos a los tres, a los cinco años... cuando aún no habían nacido.
Al volver a guardar sus cosas por la noche, encontró los pendientes cuidadosamente escondidos que ocultaban el veneno. Parecía muy lejano el momento en que se lo había puesto en el oído planeando lo peor.
Con un rayo de esperanza para el futuro, hizo que sus sirvientes personales se deshicieran de los pendientes. En su lóbulo izquierdo, encontró bueno poner una pequeña piedra blanca. Una de las piedras del jardín. Aunque solo sea un recuerdo de su primer año aquí. Era tan blanco como sus pendientes habían sido azules, casi brillantes, pero el significado era completamente opuesto.
✿✿✿
Cuando comenzó la evacuación, todos estaban mezclados. Los aldeanos y los funcionarios, y una parte del ejército era la escolta. Debían ir a una ciudad donde permanecerían detrás de la seguridad de sus grandes puertas. No estarían tomando el camino abierto sino bordeando a su alrededor. Algunos a pie, otros a caballo o en carruajes.
Cuando se conocieron, Feng Xi preguntó si sus amigos, Ah Mei y Yan Mi podrían quedarse con su grupo. Mu Rong An descubrió un punto débil en ella hacia los niños y, de todos modos, le gustaba mucho Yan Mi, por lo que la idea no fue rechazada.
Por supuesto, no compartían lugares para dormir sino solo los carruajes. Yan Mi a veces se sentaba en el carruaje con ella y Feng Xi, o él iba al otro carruaje con Ah Mei y algunos de sus sirvientes.
✿✿✿
No siempre fue fácil conciliar el sueño por la noche. Generalmente se acostaba temprano dispuesta a que los días pasaran rápidamente y, cuando no podía dormir, sacaba una piedra que había recogido al azar. Era una piedra simple realmente, una redonda y fría; pero la calentaba en su mano, y el calor se extendía. Ella pasaba el pulgar por los bordes, como una acción mecánica que la ayudaba a imaginar detrás de sus párpados cerrados el jardín donde había recogido la roca y se encontraría pensando en el paisaje allí en un mejor clima, preguntándose cómo sería si todas las flores estuvieran en su apogeo floreciendo. Usualmente se quedaba dormida con la pequeña piedra en la mano. Era como sus pensamientos, todos pesados ​​y ligeros al mismo tiempo.
Feng Xi estaba fuera de la tienda de Mu Rong An, era el turno de ella como guardia, los demás no estaban demasiado lejos de todos modos. Ah Mei, que no podía dormir, todavía se sentó al lado de su amiga y comenzaron a hablar. Y como de costumbre para ellos, la discusión fue bastante larga una vez que comenzó. 
Y mientras hablaban llegaron a un punto en el que Ah Mei se lamentaba un poco de que Feng Xi no fuera en realidad la esposa del general, pensó que de alguna manera tendría sentido. Así que no pudo evitar imaginarse eso.

Feng Xi se echó a reír. Realmente, la persona hizo una buena trampa, mentiría si dijera que no se sentía atraída a él incluso ahora; sin embargo, estaba casado y no importaba qué... Feng Xi no estaba dispuesta a perder sus valores, incluso si había vivido durante mucho tiempo en este mundo antiguo, el convertirse en la concubina de alguien... no podía hacerlo... Si tuviera que casarse sería con alguien que la tuviera a ella y solo a ella.
Sin embargo, era cierto que sentía un poco de dolor cuando pensaba en el tiempo que pasó en la compañía del general... a pesar de saber que ella era una mujer, no la había menospreciado y en realidad la había escuchado. Él incluso alabó las ideas que ella propuso... y a veces no podía evitar preguntarse qué hubiera pasado si...
—¡A la próxima que hablen, será la última vez que tengan una lengua!— Dijo una voz femenina detrás de ellos, y Ah Mei se dio la vuelta con miedo para ver a Mu Rong An de pie detrás de ella en la entrada de la tienda, cubierta con una manta. Esos ojos la miraron directamente y si pudieran, la habrían matado en el acto.
Recapacitando en lo que acababan de hablar, nunca pensó que pudiera ser escuchada por la esposa, así que se disculpó rápidamente. Su primera impresión de la esposa de ese general no fue la que le habría gustado, pero todavía no se le permitía hablar tan libremente y nunca pudo haber hecho que Ah Mei pensara que la otra no estaba dormida. Ya era muy tarde en la noche y ella había sido la primera en irse a dormir.
Ah Mei sintió que Feng Xi le dio unas palmaditas en la mano temblorosa, asegurándole en silencio que iba a estar bien que lo manejara. Y, de hecho, Feng Xi se disculpó en nombre de su amiga, un poco arrepentida ahora que ella era la que generalmente alentaba a Ah Mei a que pensara.
Pero la esposa definitivamente no estaba de humor para escuchar ni perdonar ahora, Feng Xi sintió que tal vez ella tampoco, si estuviera en tales circunstancias, estaría de humor.
Y así fue como Ah Mei perdió el privilegio de viajar en carruaje, aunque Feng Xi ayudó a evitar que fuera algo peor.
✿✿✿
Al final del viaje, llegaron a la ciudad de Lan donde fueron recibidos, Mu Rong An fue invitada a la residencia de un funcionario. Su rostro era la definición de cortesía, pero su estado de ánimo oscilaba entre ácido y amargo en estos días. No había podido evitarlo, la cara de Feng Xi se volvió aún menos agradable a la vista que antes, y era algo que la otra parecía haber captado. Por ahora esa mujer había estado tratando de evitar encontrarse cara a cara con ella, un acuerdo que no disgustaba a Mu Rong An.
El tiempo transcurrió aún más lento allí, hinchando su estómago muy ligeramente.
Entonces podría reanudar sus actividades sociales anteriores e incluso retomar con las abandonadas, ya que había muchos que la invitaban a hacer una cosa u otra, pero la mayoría de las veces, Mu Rong An tuvo que declinar, asistiendo a las mínimamente posibles, las suficientes por el bien de cortesía. Si le preguntaban, ella diría que todo iba bien, de verdad. Pero eso no podían entenderlo aún.
Ella se estaba recién despertando cuando un día vio sangre en sus muslos. Demasiada sangre. Y antes de que pudiera registrarlo su cabeza, ya estaba gritando, la idea de enfrentarlo fue lo último en su mente.
—¡No!— gritó, —¡Por favor, no!
Y el horror se confirmó más tarde, cuando un médico rápidamente lo confirmó. Ya no había ningún bebé en ella.
Su bebé, su querido bebé... el hijo de Ru Shan Yong... lo perdió...
Se había ido, así como así... ¡Y ella ni siquiera sabía por qué!
Y fue de esa forma que la tonta burbuja sobre la vida de su hijo que ella había comenzado a imaginar, explotó sin que pudiera hacer nada al respecto. Los bebés con los que había estado soñando murieron antes de incluso respirar.
Había dejado de ser ella misma.

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