martes, 22 de octubre de 2019

Capítulo 13: Quizás no es tan oscuro (!)



Los soldados estaban en las carreteras, lidiando con los asaltantes, rescatando y salvando personas. Mucho antes de entrar en la ciudad, al ver el pesado humo detrás de las puertas, el general Ru ya había enviado sus tropas y había dado órdenes. Los hombres esperaban llegar y relajarse, tomar un tiempo libre con el título de héroes, esto los animó cabalgar sus caballos más rápido. Pero sus deberes los llamaron nuevamente antes de que siquiera tuvieran tiempo de tomar un respiro.
Los sitios en llamas estaban siendo evacuados. No había lugares fijos donde las personas pudieran ser instaladas, cualquier lugar que las pusiera fuera de peligro era un buen sitio, incluso las dejaban en los caminos fuera de la ciudad. Aquellos que no podían moverse o necesitaban atención médica igualmente se concentraron en varias áreas, los médicos estaban demasiado ocupados con ellos, sin un solo momento de descanso.
Mientras Ru Shan Yong se había precipitado dentro de la residencia en llamas, Feng Xi ya había revisado y limpiado un lugar para recibirlos. Sus pies se habían movido por instinto y ahora todo lo que podía hacer era esperar. La explosión que siguió poco después la hizo girar la cabeza hacia la residencia, con el corazón en la garganta. Oh Dios, le había encargado a su esposa como jefe de sus guardias, ¿y qué hizo ella? El corazón de él latía rápidamente mientras rezaba para que todavía estuvieran vivos, listos para salir en cualquier momento allí también...
Y en el momento en que ella estuvo lista para ir, vio al general llegar corriendo con su esposa inconsciente en sus brazos, gritando por un médico. Aunque sus hombres ya estaban buscando a otro médico para él, Feng Xi llamó al general para que se acercara, ella ya se había preparado después de todo.
Feng Xi miró, sin embargo, él corrió hacia una habitación con otro médico a cuestas. Si no la había escuchado o la había ignorado deliberadamente, ella no lo sabía. Pero esperaba que fuera lo primero.
✿✿✿
Su mandíbula estaba tensa y su postura rígida. Ru Shan Yong no movió un solo músculo mientras el médico examinaba a su esposa, ella tenía quemaduras leves en sus brazos, pies y su cabello también quedó un poco dañado. Aparte de eso, no podía ver más y solo esperaba que no fuera grave.
Uno de sus hombres llegó corriendo, respetuosamente se paró afuera con la mirada baja e informó sobre la situación general. Ru Shan Yong le dio algunas instrucciones, miró a su mujer inconsciente una vez más antes de salir. Lo quisiera o no, no podía quedarse quieto ya que la situación aún no se había calmado.
Feng Xi estaba afuera, no muy lejos, aparentemente con ganas de entrar pero insegura. Tenía una mano sobre su pecho con una expresión preocupada.
—Yo...— Ella trató de hablar, pero no pudo continuar después de esa palabra. Realmente no sabía qué decir. Era la primera vez que el general se comportaba de una forma tan poco acogedora. Según sus interacciones a lo largo de todos estos últimos meses, ahora podrían considerarse un poco más que solo un general y una de sus asesores, eran amigos, compañeros. Pero en este mismo momento, la mirada que tenía no era la que reconocería a un compañero. Ella en ese momento podría ser una extraña y no habría diferencia. Parecía tan inaccesible y frío, su cuerpo emitía un aura de... guerra. Este era en realidad el famoso general Ru. Feng Xi descubrió que incluso en su primer encuentro, ella nunca había sentido esta presión desde la primera vez que él mostró hacia ella un destello de admiración.
Pero no era así ahora.
Retomando su rumbo y antes de pasar de largo, ella preguntó:
—¿Puedo... puedo examinarla también? 
Ella era más conocedora de los asuntos relacionados con venenos, pero aún así quería revisarla, aunque solo fuera para dejar que sus propias preocupaciones se calmaran.
La mandíbula del general se tensó pero siguió caminando sin abrir la boca. Y a pesar de que el corazón de Feng Xi se rompió y sintió ganas de llorar, apretó los dientes y se aferró a esa única verdad, que él no dijo no. Si realmente no la hubiera querido allí, lo habría dicho.
✿✿✿
Una vez que la situación se estabilizó, los incendios se apagaron y todo volvió a estar bajo control, el primer lugar donde Ru Shan Yong se dirigió fue la cámara en que Mu Rong An se estaba recuperando. Al llegar, se dio cuenta de que a su esposa ya le habían dado ropa nueva y sus heridas habían sido atendidas de la mejor forma posible.
Antes de irse, los médicos ya le habían dicho que su vida no estaba en peligro, pero al ver su pálida piel al dormir, aún le inquietaba el corazón.
Feng Xi también estaba sentada en la habitación y se había levantado al verlo entrar.
—Lo siento, le he fallé.— Se disculpó velozmente, temiendo que si se demoraba más, no tendría el coraje de hacerlo.
Por primera vez desde que llegó a la ciudad, Ru Shan Yong finalmente la miró. La mujer parecía agotada y deprimida lejos de su habitual ser burbujeante. Su ropa todavía olía a humo y estaba llena de ceniza.
Ru Shan Yong no estaba de humor para hablar. Y si lo hicieran, no sería solo respecto a su trabajo como la guardia de Mu Rong An. También hablaría respecto al 'Pequeño Xi', su personificación masculina en la ciudad.
—No aquí, ni ahora.— Su voz fue fría y baja. 
Acercó una silla a la cama, y se sentó junto a la cabecera de su esposa, con los ojos fijos en ella y se mantuvo así.
La boca de Feng Xi tembló. De alguna manera, tenía la impresión de que había perdido algo que nunca recuperaría. Necesitó toda su fuerza de voluntad para no dejar caer las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. No era alguien que le gustara exponer su debilidad, se volvió hacia la puerta.
—Espera.— dijo el general de repente sin volverse, —En ese momento... ese momento, ella podría haber saltado, pero en cambio fue más al interior. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Él y sus hombres habían llegado cuando las personas atrapadas en la habitación en llamas ya estaban saltando por las ventanas, y vio que su esposa dudó saltar solo para retroceder al final.
Feng Xi se había detenido junto a la puerta, su mano en el pomo. Se mordió los labios, realmente no quería ser la portadora de malas noticias. suspirando, decidió hablar después de todo.
—Ella... tuvo un aborto repentino y no estuvo bien desde entonces.
El general Ru no habló, pero cerró los ojos cuando las palabras se hundieron. Un terrible peso en su pecho.
Feng Xi lo vio entrelazar sus manos con Mu Rong An y fue entonces cuando sintió que no podía soportar quedarse. Sin esperar a que se lo dijeran, giró y se fue. Una vez afuera, se apoyó en la puerta cerrada, una mano sobre su pecho dolorido, la otra cubriendo sus ojos húmedos, sollozó en silencio. Lágrimas calientes corrían por sus mejillas, su corazón se apretaba, dolía, se estaba rompiendo en pequeños millones de pedazos. Muy en silencio. Perdió algo, algo innegablemente precioso... pero ella misma no sabía qué. Y lo hizo aún más desgarrador.
Al oír pasos acercándose, se apresuró a correr, saltando desde la ventana de un pasillo hacia la noche profunda, en busca de consuelo, un lugar donde pudiera calmar sus heridas.
Ah Mei, que había visto a su amiga salir corriendo quizo seguirla pero fue detenida en un rincón, ahora estaba mirando al hombre que todavía sostenía esa mano. Ella no lo conocía pero llevaba un uniforme militar, así que debía ser alguien con autoridad. Después de un momento la soltó y antes de que Ah Mei corriera demasiado lejos, le aconsejó:
—No la sigas... déjala ser por ahora.
Se había detenido por un segundo antes de apresurarse nuevamente. Ella era su amiga y la necesitaba.
El vice general, que había sido colocado como el superior directo de Feng Xi, suspiró antes de saltar desde la misma ventana que ella había usado anteriormente. A pesar de que eran amigos (Ah Mei y Feng Xi), sintió que detrás de esa personalidad acogedora de Feng Xi, todavía había un cierto orgullo, un orgullo que no sería demasiado bueno que lo vieran en su momento de debilidad
✿✿✿
Era la mañana del día siguiente, sin embargo, la mujer en la cama todavía estaba dormida. Contando este día, habían pasado casi dos semanas completas en que él apenas dormía y, para ser realistas, pasaron tres noches completas sin que pudiera cerrar los ojos. Y eso que no estaba contando esos días antes de que llegara el edicto imperial.
Ru Shan Yong había rechazado a los sirvientes cuando le propusieron encargarse de la señora hasta que despertara y, en cambio, se había sentado allí toda la noche. Lo único que hacía era darse un baño rápido y cambiarse de ropa, temiendo que el olor a tabaco y los sudores persistentes la molestaran.
La silla era incómoda, mucho más de lo que habían sido sus últimas condiciones para dormir, y durante meses, no estaba durmiendo cómodamente ni lo suficiente, pero tal vez esto tenía más que ver con su incapacidad mental para dormir que con la silla en sí. Después de todo, en una consideración genuina, era una buena silla con un cojín incluso. Pero se sentía frío, incómodo y desolado. Usualmente tomaba solo unos minutos para dormir, era preciso para un militar dormir siempre que podía, pero ya ni siquiera podía cerrar los ojos. Solo podía mantenerse rígido sentado allí, apenas cambiando de posición, con la mirada fija en la persona dormida.
Su respiración era lenta y ya habían más colores en su rostro. Los médicos e incluso Feng Xi habían asegurado repetidamente que nada estaba mal. Tenía quemaduras leves, pero si la crema se aplicaba regularmente, mejoraría la apariencia hasta difuminarlas. Solo su cabello se acortó un poco. Ru Shan Yong le pasó la mano por el pelo de seda y se preguntó si estaría enojada por eso. Después de todo, a ella le gustaba bastante su cabello largo.
Las vendas cubrían su brazo izquierdo, su pierna izquierda y ambos pies. ¿Cómo es que él fue al frente de la batalla y ella era la que necesitó vendas?Su mirada fue a su estómago y lo tocó a través de la manta, con los ojos cerrados, pensamientos difíciles ​​daban vueltas en su mente.
 No había hecho que sus hombres informaran de sus actividades durante mucho tiempo; desde que ella pidió una tregua. Se habían establecido para hablar y él había estado dispuesto a intentarlo. A veces ella hablaba demasiado; le gustaba mucho hablar solo para molestarlo, y también, sospechaba, porque le gustaba mucho el sonido de su propia voz. Siempre hablando mucho, incluso cosas sin gran sustancia. Y en algún momento a lo largo de los días, sintió que las cosas deberían ser así. Que estaban bien. Sin embargo, también habían días deseaba que ella dejara de probar su paciencia y lo dejara respirar un poco. 
No ahora, sin embargo. Ahora deseaba que ella se levantara y hablara todo el camino de regreso a la capital. Él la escucharía... e incluso comentaría sobre su jardín de flores si era necesario... estaba dispuesto a escuchar los chismes que ella quería compartir... deseaba poder escuchar su voz... en ese mismo momento.
Él levantó su mano hacia su boca, besando su palma; una acción de la que tomó conciencia cuando respiró sobre su piel y su aliento cálido volvió a su rostro. Se preguntó fugazmente, entre él y ella, quienes lo iniciaron por primera vez, sin pensar realmente en eso; Entrelazando su mano con la de ella, pensó que encajaban bastante bien. 
Todavía había un anhelo en él. Una ausencia... una cosa perdida que deseaba mucho, que no podía nombrar.
Ah, realmente quería escuchar su voz.
✿✿✿
De repente una voz algo ronca unas horas más tarde le hizo saber que, de alguna manera, se había quedado dormido. 
Ella intentó volver a hablar solo para toser; Le pasó una taza de agua y la jarra que había en la habitación, ayudándola a sentarse y sosteniéndola para que bebiera.
Bebía el agua con apuro, como si acabara de salir de un extenso desierto, enderesándose, su cabello que generalmente llegaba hasta sus muslos, se derramaba sobre sus hombros, y ahora apenas alcanzaba la mitad de sus antebrazos... 
Parecía un poco perdida. Algunas veces más tarde, cuando todavía estaba en el proceso de diferenciar entre el sueño y la realidad, con la cabeza inclinada mirándolo directamente, su voz volvió a sonar.
—¿De verdad has vuelto?
Frunciendo un poco el ceño, puso la palma de su mano sobre su frente pero no sintió signos de fiebre. Hubo un cierto consuelo en ese momento y con la mente más aliviada, preguntó: 
—¿Cómo te sientes?
Ella lo miró, era como si realmente no lo creyera. Entonces, ella estiró sus manos, indicándole que se acercara, lo que consintió y su rostro quedó atrapado en sus manos cuando ella le tocó las mejillas.
—Estás vivo.— Se dio cuenta en un susurro y luego frunció el ceño, su mano tocando su propio cuello. Caliente con venas pulsantes. —Y yo también...—
—...
Sus manos se movieron hacia sus costados, sus ojos aún cerrados.
—Quería morir.— Confesó. 
Ru Shan Yong se congeló y, por falta de conocimiento, la tomó en sus brazos, sosteniendo su pequeña figura en un abrazo. 
Ella no reaccionó, no le devolvió el abrazo, pero él no la soltó y lentamente comenzó a acariciar su cabello. Así, su corazón latía normalmente, todavía estaba caliente. Ella todavía estaba viva. 
—Casi lo hice.
Un nudo se formó en su garganta ante esas palabras, sus brazos la apretaron un poco pero no habló, dejándola divagar. Ella lo necesitaba, al parecer.
—Te fuiste durante mucho tiempo.
—Estoy de vuelta ahora.
—En...— Se detuvo un poco. —Casi me muero.— Dijo de nuevo como si no lo entendiera ella misma.
Estaba temblando un poco ahora, él podía sentirlo. Desenredándose de ella, tomó sus manos temblorosas y dejó un beso en el centro de su palma.
—Estás bien ahora,— aseguró. —Eso es lo más importante.
—... — Ella estaba despierta, pero todavía no se sentía realmente allí.
Ella admiró esa mano que todavía estaba en la suya por un momento, su vista se desvió hacia las vendas en sus antebrazos.
—Tus heridas... no dejarán cicatrices visibles.— Aseguró él. No le importaban las cicatrices, pero sabía que a ella sí. O a su yo habitual de todos modos.
Todavía no había expresión en su rostro y se arrepintió de haber dicho una vez que prefería a las personas inexpresivas a aquellas que sonreían siempre. Era una visión aterradora presenciar a su esposa así. Una que no podía soportar ver. Una con la que estaba realmente incómodo, más que con el temperamento loco  que alguna vez le mostró.
Realmente quería verla salir de su letargo. Cuando ella no habló luego de un rato, preguntó:
—¿Tienes hambre?
La vio tocar su estómago, su mirada distante. Suavemente, colocó su mano sobre la de ella, sus ojos buscaron los de ella, deseando traerla de vuelta aquí con él, de donde fuera que su mente se hubiera alejado.
—Ojalá lo hubiera sabido.— Susurró el general. —Desearía haber estado aquí.
Entonces ella se encogió y rápidamente apartó su mano de la de él, como si su toque la quemara y de alguna manera, ese gesto le dolió mucho. 
El no estaba aquí. Durante todos estos meses, ella estaba sufriendo, él no había estado allí. Esto fue un hecho. Su retirada, una condena.
—Te lo han dicho.— Susurró en un entendimiento, su mirada bajando hacia la cama, sus manos apretadas una contra la otra.
Tenía ganas de volver a tomarle las manos, pero se detuvo, seguramente ella se alejaría nuevamente. Él suspiró.
—Estoy aquí ahora.
Muy lentamente, ella levantó su rostro hacia el de él. Lo que sea que ella estaba esperando, Mu Rong An misma no lo sabía. De lo que él esperaba, de eso tampoco estaba segura. Pero en sus ojos ahora, la dejaba ver algo parecido a la compasión, una sensación de dependencia... la estaba mirando tan gentilmente, tan acogedora y... ¡Mu Rong An no quería nada más que... entender su mirada!
¡Esta persona había sido tan irritantemente comprensiva!
¿Por qué era tan comprensivo, tan paciente, tan... amable? Debería haber sido... cruel, despiadado, implacable...
En cambio, la había dejado pensando que podría haber esperanza. Que ella también podría tener su propia felicidad, que se lo merecía. Pero ella era la villana, ¿no? ¿¡Cómo podría ella obtener la felicidad!?
¿Por qué entonces estaba él aquí? ¿Por qué, si no se suponía que ella fuera feliz a su lado, estaba él aquí?
Había querido controlar su muerte, mejorarla, si tenía que morir, prefería que fuera de forma rápida... pero él no la mató... Incluso se casó con ella... y la dejó esperar... se atrevió a darle esperanza... ¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¡Por qué cuando obviamente este mundo la quería miserable! 
Ella, oh, lo odiaba tanto en este momento.
De repente estaba muy enojada, tan insoportablemente enojada. Sentía una ira que solo podía dirigirla a él, sacándola de su letargo.
—No te atrevas, no te atrevas... — Dijo él.
¿Cómo podría Ru Shan Yong entender su repentina locura?
—Eres feliz, ¿no es así?,— Comenzó a chillar, toda la compostura perdida, sin pensar en su noble estado, estaba demasiado enojada.. y preocupada.
—Cálmate, te lastimarás.
Él la mantuvo quieta fácilmente, sosteniéndola, ella trató de resistirse pero no pudo.
—Shh...
—Vete, aléjate. No me toques.
Intentó abrazarla de nuevo, pero ella se resistió aún más ferozmente.
—Cálmate, Mu Rong An, tranquilízate.
—Estás feliz, ¿verdad? No vas a tener un hijo de alguien como yo.— Ella arrojó su manta hacia él, —Vuelve... Vuelve con tu maldita Li Ming Qi... Vuelve con esa Feng Xi... ¡No me importa! Vete. ¡Vete!
Cuando ella hizo un gesto para salir de la cama, él la sostuvo por los hombros. Sus dos pies necesitaban sanar primero, no podía ni debería ponerles peso como para caminar.
—Estás herida... Mu Rong An,... está bien. Vas a estar bien.
Ella realmente hubiera estado en mejor forma lo habría herido gravemente, hasta intentó rasguñarle la cara, pero no pudo.
—¿De verdad tanto así quieres tener niños? ¿Tan pronto? —Intentó hablarle.
Para ser justos, Ru Shan Yong no pensó mucho en ellos. De hecho, había pensado que no tendría descendientes en realidad; La idea del matrimonio, lejos de ser la persona que había elegido, había sido una idea desechada . Sin embargo, descubrió que no le desagradaba imaginarse con hijos ahora. 
Con una voz tan tranquila y suave como pudo reunir para calmarla, dijo sinceramente: 
—Tendremos hijos, tantos como quieras. Hermosos y sanos niños y niñas.
Pero ella no se calmó en absoluto.
—Estoy segura de que lo harás, pero no puedo, ¿verdad?... Estoy destinada a estar sola... para siempre... engañé a la muerte, pero no a mi destino.
Ru Shan Yong no pudo entenderla y pensó por un momento que temía haberse vuelto estéril.
—No hay nada malo en tu cuerpo.— Aseguró entonces, y solo para calmarla, continuó persuadiéndola. —Tendremos hijos si los quieres, pronto si lo deseas.—
Ya dejó de luchar, aunque sus ojos estaban furiosos todavía, él mantenía sus hombros contra las mantas tranquilamente, y de alguna manera, verlo tan calmado era muy molesto. 
—¡No hables como si entendieras, como si supieras! ¡No sabes nada!
Su respiración era desigual y forzada. Se había estado moviendo demasiado. Ella seguía murmurando cosas incomprensibles para él.
Él la ayudó, mientras su ira se transformaba en tristeza, y se atrevió a pensar en algo parecido a la desesperación.
—Lo intenté, pero no fui lo suficientemente buena, ¿verdad? ¡Nunca podría ser suficiente! "Yo" nunca podría ser lo suficientemente buena... Ese niño... ese pobre niño... Lo maté, ¿no?—
Ella era, en ese momento, como una pequeña niña perdida... que no podía encontrar el camino de vuelta a sí misma.
—No, no lo hiciste-
Pero ella estaba como en trance, no lo escuchaba en absoluto.
—Si no fuera yo... si fuera alguien más... podría haber vivido... pero como era mi cuerpo, el cuerpo de esta persona no apta-
La tomó en su brazo, interrumpiendo esas palabras que resultaron insoportables para sus oídos, y luego la besó, tragando en su boca sus pensamientos nocivos y dañinos.
Ella simplemente se sentó allí, deseando empujarlo pero incapaz de soltarlo, solo podía aferrarse desesperadamente; deseando, deseando con toda su alma... por lo que no sabía... pero sabía que estaba deseando. Lágrimas calientes que nunca se dio cuenta de que estaba derramando se mezclaron con el beso, probando un sabor salado, desesperado... y vivo. 
En este momento, ella lo odiaba pero lo necesitaba desesperadamente más cerca. Tan desesperadamente.
Y cuando el beso se rompió, ella envolvió bruscamente sus brazos alrededor de él, llorando más fuerte. Mu Rong An se acurrucó en su hombro y le mordió el cuello para amortiguar los sonidos, dispuesta a dejar de llorar; pero no importa qué, no se detendría. Sus hombros seguían temblando, su respiración entrecortada. Era como si hubiera roto una represa y ya no se podía detener.
Estaba mordiendo con tanta dureza que probó la sangre. Quedarían marcas que seguirían doliendo en las próximas horas, pero a él no le importaba y le acarició suavemente el pelo. En algún lugar, entre sollozos, ella comenzó a murmurar de nuevo: 
—¿Lo entiendes? Si no fuera yo... si no hubiera sido yo su madre... si hubiera sido... alguien más... ese niño... mi pobre hijo... 
La veía tan triste, desesperada y quebrada, peor que una niña cuyo sueño fue destruido. Ella era la mujer cuyo mundo estaba destrozado...
Él la arbasó más fuerte, y si pudiera, le gustaría que fueran uno solo y compartir su dolor.
Suavemente susurró en sus oídos. 
—Eres perfecta como eres. —Una y otra vez, le habló, le prometió hasta que ella lo creyera.
Cuánto tiempo lloró, no estaba segura. Pero ella siguió así por un largo tiempo. La ira reprimida, el dolor reprimido, la tristeza y la desesperación reprimidas, la esperanza rota y las promesas perdidas, las que le hicieron a un niño que aún no había nacido y que al final nunca pudo respirar, todas sus emociones reprimidas se fueron al mismo tiempo y él la sostenía cuidadosamente para no dejarla caer en pedacitos que ella misma no podría contar.
Se calmó por un momento y él la acomodó delicadamente de nuevo.
Toda su cara estaba completamente roja, sus ojos y nariz eran los más enrojecidos. Le pasó una toalla humedecida para ayudarla a aliviar la sensación de calor en su rostro.
—Tengo frío.— Se quejó en voz estrangulada. —Tengo mucho frío.—
Entonces él colocó su manta hasta el cuello. Pero a pesar de colocarle dos y después tres, ella todavía tenía frío; temblaba por todas partes, la sensación helada la sentía filtrarse en sus huesos, sus músculos y su propio ser.
—Acuéstate conmigo.— Le pidió ella por fin.
Y lo hizo, tomándola en sus brazos, con cuidado de no tocar sus vendajes. Ella se acurrucó contra su pecho, y él la rodeó con su cuerpo, entrelazando sus piernas. Sintió que él también, sin duda había tenido frío en este mismo momento con ella allí, sintió que el calor que le faltaba durante días ahora finalmente había regresado.
No pasó mucho tiempo antes de que el sueño se apoderara de ambos, arrullado por su respiración constante tan cerca de él, su cuerpo cálido a su lado, él se quedó dormido, al ritmo de sus latidos.
Ahora se sentía como en casa, finalmente.
✿✿✿
Se despertó antes que ella, observando su forma de dormir aferrada a él todavía. Estaba muy atento a su esposa, así que supo cuándo cambió su respiración y se despertó. Ambos lo estaban, pero ninguno se separó del otro. 
Mu Rong An siguió aferrándose a él, necesitándolo más cerca. Era real, se dijo, estaba viva, ¿no? Él podría ser suyo, ¿no? Ella también podría ser feliz. Merecía ser feliz... tenía derecho a...
—¿En qué estás pensando otra vez?
Estaba pensando en todo y en nada al mismo tiempo. Pensamientos bellos y dolorosos. No había una respuesta que ella pudiera darle.
Le había dicho una vez que él necesitaba hablar y que ella escucharía, pero ahora él pensaba que su esposa era la que más necesitaba compartir.
—Extrañaba tu calidez.— Fue lo que le respondió finalmente. —Las noches eran muy frías y los días lo eran aún más.—
La temperatura en estos últimos meses estaba aumentando casi asfixiantemente. No podía explicarlo, pero tenía frío.
Él apretó sus brazos alrededor de ella.
—Yo también.— Le reveló.
Él se colocó contra su cuello, inhalando su aroma. Al escuchar sus latidos del corazón. Errático y tranquilo, pero aún muy animado.
—Extrañé tu música... Extrañé el sonido de tu voz... Te extrañé a tí.—Suspiró. —Realmente te extrañé.—
Necesitaban levantarse, necesitaban comer. Sin embargo, en ese momento, ninguno de los dos quería moverse de ese lugar.
✿✿✿
El general Ru nunca había sabido cómo ser cariñoso con una mujer. Las mujeres de su séquito, los miembros de su familia eran personas valientes y contundentes a las que no les importaban las cosas lindas, las flores y demás. Pero descubrió que quería complacer a esta persona, aunque no sabía por dónde empezar.
Al mirarla, sentía que podía comenzar devolviéndole esos propósitos que había perdido. Y por eso se invitaba constantemente a su comida. Siempre mirándola mientras comía, y Mu Rong An sintió que estaba de vuelta en el camino yendo a las fronteras de nuevo, y con sus ojos de halcón, observando cada gesto. Incluso obligándola a comer a veces. Pero ahora, ¿qué hizo ella esta vez? Estaba comiendo diligentemente, ¿no? Ella ni siquiera tocó los dulces de él, ¿verdad? ¿Debe él mirar su plato? Ella sentía que ahora tenía hambre, su estómago finalmente se quejaba de todos esos días que apenas comía. Y todo lo que servía se volvía su plato favorito... definitivamente era reacia a compartir y ser observada de esta manera podría causarle dolor de estómago.
—¿Podría ser que el general quiere probar mi pescado? Esta esposa no será tacaña y puede compartirle.—
Pero Ru Shan Yong pudo escuchar muy claramente el mordaz "Come tu propio plato y deja de mirar el mío." Debajo de sus palabras, ahora podía distinguirlos de su rostro y voz. 
Él asintió, paso a paso, podían recuperarse. 
Y como ella propuso, él sacó un poco de pescado con sus palillos y le dio un mordisco a su tazón. Ella solo pudo fruncir los labios y reemplazar lo que tomó con otro bocado de las coberteras.

Aquellos que generaron los disturbios e incendios fueron debidamente manejados y encarcelados.
Los responsables que permitieron que los enemigos ingresaran a la ciudad fueron castigados en consecuencia, algunos perdieron sus títulos y fueron azotados con la vara militar. El álter ego varón de Feng Xi , ya que oficialmente era un asesor, no fue castigado, pero le redujeron su salario durante tres meses y se le prohibió subir de rango durante tres años.
Al principio, Feng Xi se había culpado a sí misma como la única responsable de las consecuencias, pero el general Ru no era una persona parcial y lo trataba con justicia. Como no estaba dispuesto a que la azotaran, aún tenía que ser más severo para evitar la insatisfacción de los demás. Sin embargo, desde el principio, ella había dicho que solo estaba interesada en cuidar de esa aldea, por lo que este castigo realmente no la afectaría, ya que de todos modos se retiraría de las filas.
✿✿✿
Algún tiempo después, una orden imperial llegó a la ciudad. El emperador estaba llamando al general para que volviera a la capital.
Ru Shan Yong miró los vendajes en el cuerpo de su esposa y le entregó instrucciones para una carta a un subordinado para que enviara.
"El general está herido y no puede partir por lo pronto. Cuando su estado sea adecuado, se apresurará a regresar."
El subordinado se inquietó un poco, pero al final, hizo lo que se le pidió. Si el general decía que estaba herido, ¡por supuesto que estaba herido!
✿✿✿
Cuando él entró en su habitación, ella estaba durmiendo otra vez. No estaba acostumbrado a verla dormir tanto, pero tampoco estaba dispuesto a despertarla. Ella sudaba un poco, así que abrió las ventanas para dejar que la brisa enfriara un poco la habitación. Acercándose, acarició con la yema de sus dedos el ceño fruncido de su frente y por un un momento ella sonrió, una acción que lo hizo levantar una ceja sorprendido.
Ella se encontraba cada vez mejor.
Con su mente más aliviada, salió de la habitación.
Afuera los sirvientes habían almacenado toda las posesiones quemadas de sus amos, con la esperanza e que algunas cosas se pudieran salvar. No muchas cosas, desafortunadamente, solo algunas joyas. De hecho, la ropa, los instrumentos musicales y demás pertenencias de Mu Rong An fueron devorados por las llamas.
El general Ru vio que los sirvientes personales de Mu Rong An vacilaron antes de irse y llevaron al lugar una caja de pintura relativamente grande. La reconoció por haberla visto varias veces en su habitación. Allí era donde su esposa almacenaba sus instrumentos de dibujo y sus pinturas. Muchos dibujos de Negrito y algunos paisajes. Le explicaron que se llevaban la caja porque su ama les había pedido que la eliminaran. Sin embargo, era algo que ella apreciaba y pensaron que cuando se calmara, lo querría nuevamente. Así que lo guardaron cuidadosamente en la habitación de servidumbre, que no estaba tan afectada por el fuego como lo habían estado las habitaciones de los amos.
Hizo que los sirvientes salieran para poder inspeccionar esas cosas con tranquilidad. El erhu* de ella, su ajedrez... la madera estaba ennegrecida  ahora... Su caja de pintura tenía quemaduras leves por el lado izquierdo, pero parecía superficial, algo de reparación ade por encima y pintura, y estaría como nueva.
(*Instrumento tradicional chino de dos cuerdas.)

Ru Shan dudó un poco pero se decidió a abrirlo

Ru Shan dudó un poco pero se decidió a abrirlo. Lo primero que vio fueron los pinceles de un lado, y del otro, los pigmentos de colores.
Abrió el primer cajón encontrando un grueso montón de papeles. Con cuidado la sacó y revisó uno por uno. Sintió formarse una pequeña sonrisa en sus labios... esos eran dibujos de niños. Dos niños. Un niño y una niña. Tampoco eran tan pequeños, podían tener alrededor de los diez años, sonriendo a un jardín de flores. Los dibujos continuaron con los mismos niños por lo que podía ver a medida que retrocedían en edad, lentamente... ambos en caballos, ambos bebiendo té. Había uno donde la niña sostenía la espada y el niño jugaba con el guqin y al siguiente se intercambiaban... seguía y seguía hasta el punto de que eran pequeños, pequeños bebés... y un nudo se estaba formando lentamente en la garganta de Ru Shan Yong..
Habían tantos. Tantos dibujos. ¿Cuántas veces se sentó Mu Rong An, imaginando sus vidas con sus hijos? Su pequeño hijo. Ella lo había amado tanto sin siquiera haberlo conocido primero. Un bebé que perdieron. Al mirar esas pequeñas manitas dibujadas que se estiraban como si quisieran tocarlo físicamente, pudo distinguir el lejano sonido "padre, padre" que lo llamaba. Voces que nunca escucharía. Niños que nunca conocería. Una lágrima solitaria corrió por la mejilla de Ru Shan Yong mientras estaba allí, perdido y solo, triste y roto.
Intentó recomponerse y volvió a colocar la pila de hojas en su lugar.
✿✿✿
Ella estaba descansando tranquila. Se tomó un poco de tiempo para comer y se había vuelto a dormir casi inmediatamente después. Como si dormir fuera mucho mejor que estar despierta en la realidad. Y al verla se preguntó si eso era así.
Ella estaba allí mismo, obviamente a la distancia de un brazo, pero él realmente la extrañaba. Levantó la manta y unió a ella, tomándola en un abrazo; necesitaba sentirla viva, sentir su cálida piel contra la de él, escuchar su aliento bajo y latidos constantes. Pero más que eso, quería soñar con ella, maravillándose de cómo era en las lejanas tierras de su imaginación.
✿✿✿
La siguiente vez que cenaron juntos él asintió con la cabeza al verla comer tan sinceramente de nuevo. Después de todo, ella realmente había adelgazado, era bueno ver que tenía apetito.
—Tu caja de pintura se salvó de las llamas.— Le dijo y ella se detuvo con la comida a medio camino a su boca.
Ella lo miró un poco sorprendida. Sin saber cómo hablar al respecto, decidió comentarle primero.
—Tu habilidad para dibujar mejoró.— Luego tosió y sus ojos buscaron los de ella. —Ese bebé... lo que ocurrió fue solo un accidente. Tu cuerpo no tiene nada de malo.— Afirmó nuevamente. Necesitaba que ella entendiera eso.
—La amabilidad no solicitada tampoco es deseada, general.— Dijo ella bajando los palillos y el tazón.
Ella no permitía que sus palabras le llegaran, él no sabía exactamente de qué quería protegerse.
—No tiene nada de malo.— Insistió, con los ojos firmes.
Notó que los labios de ella comenzaron a temblar...
—Nada.
Él tomó su mano. Se sentía menos delgada de que cuando regresó, lo cual fue un consuelo. Besando el centro de su palma, susurró, su aliento avivó su piel. 
—Mu Rong An, tu cuerpo no tiene nada de malo.
Ella asintió y se apoyó en él, enterrando su rostro en su pecho, abrazándolo fuertemente. Ella realmente quería creerle.
✿✿✿
La novela se cerró en una suave vuelta de página. En su mayoría era así como estaba pasando estos días. No es que a ella no le gustaran las historias, tenían su parte de entretenimiento, pero tienden a volverse un poco repetitivas.
—¿No te gustó?— La voz provenía de la ventana, Ru Shan Yong estaba sentado allí, con un libro militar en la mano y los ojos mirándola.
—Estuvo bien, supongo, un poco aburrida.
Una esquina de los labios de su esposo se alzó. 
—¿Quieres cambiarlo conmigo?
Ella arrugó la cara. Si el suyo era aburrido, el de él estaba a otro nivel.
—Gracias por la generosidad del general, pero está bien así.
Había una risa en su voz cuando dijo que había más libros a su izquierda, debajo de la cama, ella solo tuvo que inclinarse un poco, antes de volver a lo suyo.
Llevaba un paño con azul claro y blanco, y el cabello suelto. Sentados donde estaban, todavía le alcanzaba a tocar ligeramente el suelo. Mu Rong An también tocó su cabello, jugueteando un poco con él. Tomando un mechón y observando su longitud.
—¿No te gusta que sea más corto?
Ella se volvió hacia él y sonrió, sacudiendo ligeramente la cabeza. A ella no le importaba mucho, la verdad.
El ceño de preocupación de él desapareció cuando asintió.
No pasó mucho tiempo antes de que uno de los sirvientes de Mu Rong An llamara a la puerta. Era hora de que se aplicara la crema.
Sus heridas ya no necesitan ser vendadas, pero un ungüento refrescante debía aplicarse todos los días. Era bastante bueno porque las cicatrices ya se estaban aclarando. Una vez aplicado, el sirviente se retiró y Mu Rong An se volvió hacia la persona sentada no muy lejos.
—¿No deberíamos partir hacia la capital?— Le preguntó a su esposo.
Él la miró a los pies. No había caminado desde el incidente. No la dejaría sostenerse sola hasta que se curara por completo. Cada vez que necesitaba usar la sala de agua tenía que llamarlo por ayuda, por lo que fuera que tuviese que hacer allí, y no solo se trataba de bañarse. ¡Era realmente vergonzoso!
—No tenemos prisa.— Respondió.
Debe estar indignada, trató de decirse a sí mismo, pero aún no pudo ocultar su sonrisa. 
Al tocarse, sus heridas ya no le dolían, pero descubrió que le gustaba bastante la atención que le daba, por vergonzosa que pudiera ser. Eso, ella no lo negaría.
¿Pero era suficiente?
Mu Rong An miró a la persona en la habitación con ella. Una vez, le había dado la posibilidad de matarla; ella había confiado en él su muerte, ¿podría confiar en él su corazón? ¿Sería tonta si hiciera eso?
Ella sentía que había algunos secretos que llevaría a su tumba, pero no quería... que le gustara... no quería amarlo como a uno de ellos.
Aún así sintió que estaba dispuesta a intentarlo, aunque solo fuera por una última vez.
✿✿✿
Ru Shan Yong sintió que su esposa había vuelto a ser ella misma cuando comenzó a comportarse de manera inquieta de nuevo. Aunque no es que se estuviera quejando.
Habían cenado en el suelo de la recámara y, por primera vez desde hacía mucho tiempo, Ru Shan Yong tenía vino a su disposición. De hecho, eligió deliberadamente uno fuerte. Se dio cuenta de que sentía la necesidad de ver qué clase de borracha era su esposa. Realmente no pudo evitarlo; quería averiguarlo, quería verlo. Si le preguntaran de quién tomó ese pasatiempo tan extraño, él diría, sin lugar a dudas, que era influencia de ella. Había hablado mucho sobre esas personas borrachas que recordaba de la capital y más de una vez repetía que quería verlo completamente perdido para saber qué clase de borracho era él también.
Bueno, mejor ser el atacante que el atacado.
Reconoció que era un poco injusto para su esposa, quien genuinamente pensaba que estaba bebiendo vino suave con sabor inusual, ella nunca antes había bebido uno fuerte. Pero sintió que también era bueno. Su esposa no era particularmente una persona que jugara con las reglas, ciertamente estaba autorizado para ser de vez en cuando poco honesto con ella.
Y para evitar que preguntara sobre el peculiar vino, él seguía hablando mientras vertía más en sus copas. tenía mejor resistencia al alcoho que ella de todos modos, sin importar si ella seguía diciendo que tenía que verter una dosis doble en su taza.
—Ya sabes.— Confesó Ru Shan Yong. —Si el tiempo pudiera retroceder y supiera que estaba droga en mi vaso aquella noche...
Ella detuvo lo que estaba haciendo y lo miró intensamente. Sin importar lo que él dijera, ¡estaba decidida a no arrepentirse! Aunque lo siguiente que dijo estaba fuera de sus expectativas.
—Bebería aún más ansiosamente.
En el rostro de ella apareció una sonrisa y sus ojos brillaron de felicidad. Sus mejillas se habían puesto rosadas y ya no tenía el control, mientras se reía e inclinaba la cabeza, bebiendo el contenido de una vez, deliciosamente, dejando escapar un 'Ah' que parecía una liberación.
Ella era del tipo que, al perder sus inhibiciones, terminaba haciendo lo que le pasara por la cabeza, pensó mientras veía que imitaba su posición de sentarse, y de repente acalorada, abrió su ropa. Independientemente de la emoción que la atravesara, se estaba mostrando sin una pizca de vacilación, sin verificar si tenía una sonrisa lo suficientemente bonita como para ocultar sus pensamientos interiores. Se sentía bien hablar con ella así, realmente bien. Él también estaba sonriendo sin parar ahora.
—Estoy bien, ¿no?
Él asintió, —Lo estás.
—De lo mejor,— agregó de nuevo ella, acercándose.
—De lo mejor.
Ella asintió nuevamente. Al parecer también le gustaba impulsar su ego.
Cuando ella se acercó para tomar la botella de su mano, él la escondió detrás de su espalda lo suficientemente lejos. No debería beber más. No es que ella estuviera de acuerdo, ya que se movió y ambas manos intentaron de quitárselo de la espalda. Con una sonrisa más amplia, pasó una mano alrededor de la cintura de su esposa. Antes de que el puchero terminara de formarse en su rostro y ella comenzó a buscar más vino. Dijo, mirándola a los ojos.
—Cuando no tomas ninguna decisión en un momento de ira, cuando eres meticulosa y segura de lo que quieres. Definitivamente eres la mejor.
Ella frunció el ceño ante eso, disgustada, saliendo de su abrazo. 
—General burlón, ¿no fue mi decisión de drogarte, una tomada también en un momento de ira?
Se sintió ante la situación un poco impotente, extrañando el calor que había estado allí cuando ella se recostó, justo frente a él ahora, con las rodillas tocándose.
—¿Qué tal, la próxima vez, cuando ya no estés tan tranquilo, me dejes escuchar tu decisión antes de actuar para que ambos podamos ver si es razonable?
—¿Fue razonable la acción de drogar al general Ru?— Preguntó ella, alzando una sonrisa. 
—Hubieras dicho que no, ¿no? ¡Y no había forma de que el tiempo pudiera retroceder ahora! 
Tal vez el alcohol también lo alcanzó a él, por temor a que de repente se apoderara de su corazón. Él tomó su mano entre las suyas, de repente, como para confirmar que ella todavía estaba allí, que todavía existía. 
De repente hubo cierta astucia en los ojos de Mu Rong An, que levantó sus manos entrelazadas y le preguntó: 
—¿El general realmente quiere un mundo donde yo no esté allí?
—Este mundo está lo suficientemente bien.— Le respondió con toda seriedad, besando el dorso de su mano con los ojos cerrados. Y Mu Rong An se sintió repentinamente tímida bajo esta mirada escrutadora.
—No eres divertido.— Se quejó con él entonces, cuando sus mejillas se calentaron aún más. —El general solía sonrojarse si me estaba acercaba demasiado, ¡ahora no es justo!—
De repente se rió de eso, todo feliz y deshinibido, y ella enterró el rostro en su pecho. Ah, qué cálido y bien se sentía. Podía escuchar su corazón latir y la sensación de su pecho temblar mientras se reía. Ella rodeó sus brazos detrás de su espalda. Era bueno estar allí. 
No se rió a costa de ella por mucho tiempo, pero la comisura de sus labios no podía parar de levantarse. Acarició su cabello mientras ella lo abrazaba, sintiendo la suavidad de su respiración, la cálida sensación a través de su tela. Tal vez debería llevarla ahora de vuelta a la cama.Ella preguntó de repente, en voz baja: 
—No soy Li Ming Qi, ¿me desprecias por eso?— 
Hizo una pausa, desconcertado, antes de apoyar su barbilla en la cabeza de ella. 
—Por supuesto que no, eres Mu Rong An, no hay necesidad de compararte.
—Todavía no me gusta montar a caballo, ¿me odias por eso?— Su boca se torció de humor. 
—Estará bien ir en carruaje entonces, no hay problema.
—... Cuando estés en la Capital, ¿me abandonarás?
—Por supuesto que no, puedes volver a las casas de té, pintar paisajes o a Negrito o volver a tocar música, te acompañaré en todo si quieres.
Ella se acurrucó aún más cerca. —Acerca de esa primera noche, lo que hice, lo siento... por la forma en que lo hice... Son los resultados de lo que no me arrepiento.— Agregó.
¿Qué tipo de disculpa fue esa? ¿Podría incluso considerarse una disculpa? Él se rió un poco, acariciando su cabello.
—Eso está bien entonces. Acepto tus disculpas.
En un tono más pequeño, amortiguado por su tela, ella preguntó: 
—... Me gustas, ¿me odiarías por eso?
Entonces detuvo la caricia, e inclinándose, inhaló el aroma de su cabello antes de susurrar contra ella: 
—No... porque creo que también me gustas.
De repente se separó un poco de él, queriendo ver su rostro. Había una sonrisa allí, una sonrisa genuina que le llegó a los ojos, sumamente diferente a la cara habitual del general. 
Después de sentarse, ella se puso de rodillas con una sonrisa brillante en su rostro, y mientras se sentaba a horcajadas sobre él, se acomodó sobre sus muslos.
—¿Encuentras hermosa a tu esposa?— Preguntó en un susurro, inclinándose hacia su cara.
—Muy hermosa.
Ella se inclinó aún más cerca —¿Incluso en el año pasado, cuando todo lo que querías era retorcerme el cuello?
Ella puso ambas manos sobre sus hombros, mientras él la acercaba con una mano rodeándole la cintura.
—Especialmente en esa época.— Dijo con brusquedad, con la nariz tocándose, los ojos cerrados y la respiración entrelazada.
Y el fuego... había un fuego abrasador en ellos, consumiéndolos, tratando de liberarse.
—Entonces, buen general, ¿qué estás esperando para besar a esta esposa?
Y el general hizo lo que su esposa le ordenó.
✿✿✿
A la mañana siguiente, Mu Rong An se despertó gimiendo. Le dolía un poco la cabeza y Ru Shan Yong le preparó una sopa para la resaca.
—Eso no fue justo.— le acusó, pero él hizo como si no entendiera a lo que se refería, tomando su queja en un beso. Y de alguna manera, entre su cálida lengua y sus caricias, ella olvidó todo de lo que se estaba quejando.
Cuando se habían bañado y vestido, ella dijo que quería ver su caja de pintura y él hizo que una sirvienta se hiciera cargo.
Sin embargo, ella se sentó allí, con las manos temblorosas, con dolor en el pecho, incapaz de abrir el cofre. Él estaba a su lado acompañándola, poniendo su mano sobre la de ella cuando la abrieron juntos.
Ella vio sus pertenencias, todas estaban intactas y sin daños por el fuego. Cuando los tocó fue como si los redescubriera, podía imaginarse a sí misma de nuevo, cuando se sentaba allí y dibujaba. Dibujando una vida feliz y hermosa. Y ella realmente deseaba que todavía pudiera suceder.
Él no la apresuró, la dejó pasar el tiempo mientras tocaba cada uno de sus pinceles y cuando había elegido el último, comentó sobre los dibujos de sus hijos. Estaban bellos, de verdad. Y si ella quisiera, él podría pedirle a un experto que ampliara cada una de sus pinturas.
Reflexionando sobre sus últimas palabras, no pudo evitar temblar de risa.
Ella se reía de sus gastos, pero él realmente no sabía qué dijo para que ella reaccionara así. Solo podía tocarse la nariz, sus ojos felices de verla bien otra vez, a pesar de que realmente quería saber qué provocó esas risas.
No se lo escondió por mucho tiempo.
—¿El general inspeccionó todos los dibujos?
No lo hizo, en realidad no, había visto el primer y segundo cajón solamente, no había abierto el resto.
Pero ella lo hizo, abrió todos los cajones y sacó todas las pilas. Había detrás de fondos falsos, en cada uno de los cuatro cajones, donde se hallaba una nueva pila de papeles.
Cuando lo desdobló cuidadosamente, el que miraba por encima de su hombro sintió que su respiración se detenía un poco, todo su cuerpo se puso rígido. Ella se apoyaba en él y lo miró a la cara cuando él tomó el dibujo en las manos, dejando que él los viera más cerca.
Ah, parecía que se estaba poniendo más rígido, pensó con un poco de astucia.
Imágenes de él. Él. 
Ru Shan Yong ni siquiera alcanzó a expresar su admiración por sus dibujos, que reconoció que se parecía mucho a cómo se veía en la realidad; Incluso lo dibujó con un poco de negro para su uniforme militar, pero sus palabras murieron en su garganta cuando vio que cuanto más papeles ponía a un lado, más desnudo se mostraba.
Dibujarlo sin una tela superior estaba bien, pero ¿había necesidad de dibujar una escena desnuda completa, apenas cubierta? El rostro en los dibujos estaba enrojecida y Señor Bendito, ¿estaba su cuerpo excitado? ¿Cómo puede una persona dibujar tal cosa?
Su forma ya avergonzada tenía el extremo de sus orejas enrojecidas. Y pensó en sus palabras, queriendo agrandar todos sus dibujos. Para que otros lo vean así...
Mu Rong An vio que incluso el cuello de su esposo se puso rojo, la sonrisa nunca abandonó su rostro. Ah, la expresión que tenía, ella ansiaba tomar un pincel nuevamente.
Y fue como si él le leyera la mente.
—¡Voy a destruirlos a todos!
—¿Por qué, no son lo suficientemente buenos?
Realmente, ¡ah, esta mujer no tenía remedio!
—Ese tipo de cosas realmente me dieron alegría, llevarte a ese éxtasis y el tipo de cara que solo yo conozco, no es que quiera que otros te vieran así; Me aseguraré que sean sólo para mí.
Él estaba rojo brillante, sacudiendo la cabeza para ignorar sus tonterías mientras doblaba los papeles nuevamente.
—¿Qué harías con ellos de todos modos?
Ella lo abrazó entonces, ah, realmente no quería que él los quemara.
—Son para cuando estés todo gris, con arrugas en todas partes, allí podré recordar que una vez fuiste un joven apuesto.
¡Realmente podía dejar a la gente sin palabras!
—¡Y con qué puedo recordar tus días jóvenes, mujer!
—Ah, pero general, tu esposa será para siempre joven a tus ojos, ¿verdad?
Ella no tuvo reparo en decir eso, todavía divagaba sobre su exquisito cuerpo. Él gimió y se inclinó para besarla, cerrando su desvergonzada boca.
Gritó sorprendida cuando la levantaron repentinamente del suelo, sus brazos la envolvieron y ambos volvieron a la cama.
✿✿✿
Fue el sonido exterior lo que la despertó. Los vientos sacudían las ventanas mientras aullaban.
No había llovido durante mucho tiempo. En realidad, durante todo el año casi no había llovido. Pero aquí estaba ahora, golpeando las ventanas acompañadas de fuertes truenos que destrozaban el cielo. El golpeteo de la lluvia llenó sus oídos. Las situación había avanzado y llegó mucho antes de lo que se suponía. 
Se suponía que esta lluvia era el silencio antes de la tormenta. Ese momento de aclamación cuando el aldeano y el ejército bajarían sus guardias y luego habría ataques del país vecino. Un estado que debería haber durado meses.
Pero ahora, parecía que la lluvia anunciaba el final antes de que comenzara. Mu Rong An se preguntó con rapidez qué lo resolvió todo, cómo se había solucionado, antes de lanzar preguntas como estas en su cabeza. A ella realmente no le importaba. Estrategias militares o lo que sea, no le importaba, pero se dio la vuelta y miró a hombre en la cama a su lado. Ella se estaba preocupaba mucho por esto. Mientras él estuviera bien, entonces estaba bien.
Mu Rong An levantó uno de sus musculados brazos y se acurrucó contra él. Ninguno de los dos tenía ropa puesta, así que ella sintió directamente el calor en su piel contra la de ella. Y respiró lentamente, contenta.
Estarían listos para partir a la capital en algunas horas, pero ella deseaba que este momento con los dos bajo esas coberteras pudiera continuar para siempre.
—Vuelve a dormir.— Le murmuró él. Todavía era de noche después de todo.
Levantó la cabeza para ver su mirada, sonriendo, se levantó para encontrarse con sus labios y cuando se separaron, susurró:
—No quiero... la realidad es finalmente mejor que dormir.
Anteriormente, cuando ella había mirado las cicatrices casi invisibles en su cuerpo, quejándose de que no eran completamente removibles, él besó a cada una de esas marcas como si las adorara, y ella se sintió bella. Única. Esa era la sensación que quería seguir sintiendo para siempre.
Su ardiente mirada se clavó en la de ella mientras cambiaba de lugar para que ella estuviera debajo suyo y comenzó a besarla de nuevo. Con calidez y pasión. 
Él respiró sobre su piel, su aliento la entibiaba contra la fría noche. Un contraste que la hizo temblar, sus piernas se separaron cuando sus labios hicieron lo mismo en un susurro silencioso.
La tormenta había comenzado afuera. Y sintió que estaba dentro de un capullo junto a él, envuelta en una cálida nube de tormenta y atravesaba con estallidos de relámpagos cada vez que él agarraba sus muslos o le hacía otro chupetón en la garganta y en los senos, marcándola. Ella era suya. Y él era de ella. Y así, Mu Rong An lo marcó por igual.
Ella tenía esa sensación de querer, necesitar, buscar. Pronunció el nombre de su esposo, haciendo que resonara en la habitación, solo siendo amortiguada por los sonidos del exterior. Lo había repetido tanto tiempo que sintió que se convirtió en una reverberación en la habitación; cuando seguía diciéndolo, sus cuerpos se movían, y lo suficientemente cerca, solo continuaba siendo reiterado por su boca tanto que seguramente se convirtió en un eco. Y él estaba gimiendo el suyo, haciéndola sentir completa, cálida y llena.
Durante unos largos minutos, solo el sonido de la tormenta y sus jadeos llenaron la habitación. Ella se recostó sobre sus muslos, besándolo nuevamente mientras él se ablandaba dentro de ella.

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