martes, 22 de octubre de 2019

Capítulo 12: Resignación



Los médicos estuvieron explicando durante bastante tiempo que la pérdida realmente no era culpa de nadie; ella había estado cuidando de sí misma lo mejor posible y esto fue algo impredecible. El niño no tenía un destino para vivir. Cuando Mu Rong An escuchó dichas palabras de la boca de ese médico en particular, aún estado inmóvil, se sintió como poseída, chilló y arrojó cosas a aquel cuyas palabras aparentemente la agraviaron. ¿Qué destino? ¡¿Qué sabía él del destino?! 
El pobre hombre solo podía inclinarse y soltar tantas disculpas como podía, pero la esposa del general no estaba dispuesta a escuchar, ni siquiera estaba dispuesta a tenerlo en la misma habitación que ella. Y así se retiró tan rápido como sus palabras le ordenaron. El resto de los médicos eran más sabios y hablaron menos por temor a toparse con otro territorio peligroso que no podrían manejar.
Sin embargo, ¿Mu Rong An estaba dispuesta a escuchar? Estaban prescribiéndole medicamentos para su recuperación, ¿era en serio? Le habían prescrito muchos otros antes cosas con tal de tener un embarazo seguro, ¡y aquí estaba ella!
La ciudad no era como en las fronteras, habían más funcionarios aquí. Se suponía que debían estar a salvo en este lugar y dado que los ecos inexistentes de las peleas lejanas no impedían que otros durmieran, tenían el tiempo para estar tranquilos e incluso trataron de establecer conexiones. Si eran sinceros o no, Mu Rong An no estaba de humor para descubrirlo y la bandada de cartas que le enviaron las quemó antes de incluso leerlas. No estaba dispuesta a hacer esfuerzos por nadie, ni siquiera tenía energías para enfrentar a la persona que la estaba alojando. Tales pensamientos estaban muy lejos de ella.
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Los sirvientes estaban bastante preocupados. Su ama ni siquiera lloraba o se lamentaba... no hacía nada aparte de mirar todo el día hacia el horizonte en su habitación, no hablaba, apenas comía, y bebía algo sólo cuando insistían. ¡No sabían qué hacer! Era tan extraño.
La caja de pintura que generalmente que le gustaba usar, la arrojó a una esquina, lejos de su vista. Y no pudieron evitar pensar que seguramente ella también lo quería lejos de su mente, pero no podía soportar destruirlo, así que la escondieron debajo de otros artículos amontonados; pero siempre vacilando entre la orden para deshacerse de él... o simplemente dejarlo donde estaba.
Ella tan solo se mantenía sentada allí, apenas dispuesta a levantarse y tocar su estómago y los restos de lo que había sido su esperanza, pero lo odiaba con cada fibra de su ser, por no convertirse en realidad, por ser el recordatorio de la horrible verdad.
Feng Xi también había intentado hablar con ella, explicando que no era su culpa y no se podía hacer nada al respecto. Después de todo, los abortos involuntarios en los primeros tres meses no eran realmente algo raro, incluso en los tiempos modernos. Pero no estaba segura de que la otra persona escuchara. Ya que ni siquiera había reconocido su presencia.
Sin embargo, ella reaccionó cuando Feng Xi propuso informar al general de lo sucedido.
—No es necesario.— Se escuchó de su voz en desuso un sonido hueco que ya ni siquiera se sentía como el suyo. Él nunca lo supo en primer lugar, ahora que el bebé ya no estaba, ¿qué importaba? Era casi como si nunca hubiera estado allí desde el principio.
Al tocar su estómago, esos pensamientos hicieron eco en su mente sin fin, nunca había estado allí. 
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Feng Xi aún recibía noticias del campo de batalla. Hasta el momento, nada resultó fuera del plan que el general Ru había diseñado, eso era muy bueno.
Aunque el hecho de que murió el rey del país vecino resultó ser una sorpresa. La esposa del príncipe Wu Wei también murió; ella había sido condenada por envenenar al rey e intentar matar a su esposo; el príncipe. Había habido pruebas de que se trataba de una conspiración organizada por la gente del país Nan y, por tal motivo, el príncipe, ahora rey de Fen, exigía reparación.
La boca de Feng Xi se torció. Cuando el enemigo estaba perdiendo, ¿de repente tenía una razón sólida para atacar? ¿Incluso amenazando su tratado de paz? ¿No había olvidado convenientemente ese tratado y lo había tratado como una broma antes de eso? Sin embargo, ahora para obtener más aliados, estaba listo para echar toda la culpa a los demás. ¿Incluso de repente estaba dispuesto a dejar que lo pasado sea pasado si pudieran llegar a un acuerdo? 
Bueno, nadie le había preguntado sus opiniones si tales pruebas fueron falsificadas o no, de todos modos. Y ella no fue la que llamó la atención aquí, era decisión del Emperador tomar tales decisiones. 
Y cuando dejó a un lado los asuntos militares y pensó un poco en la mujer que estaba es una habitación lejos de ella, no pudo evitar suspirar; no era fácil ayudarla cuando ni siquiera le permitía entrar allí.
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Sin embargo, Mu Rong An se dio la vuelta por sí misma. De repente volvió a sonreír de nuevo, volvió a vestirse adecuadamente, jugó con su erhu y Go, incluso interactuó con los demás. Solo que esa gran caja que contenía pinceles, bocetos y pinturas ya no estaba a la vista.
Feng Xi miró a la mujer desde la distancia mientras hablaba y sonreía con otras personas. Ella realmente se impulsó sola... ¿o no? Feng Xi entrecerró los ojos, preguntándose, y agudizó los oídos para escuchar. Cuando alguien intentaba hablar sobre su desgracia para ofrecer algo de consuelo, la esposa del general cambiaba rápidamente el tema de conversación y las otras mujeres no tardaron mucho en saber que no estaba dispuesta a discutir ese tema en particular; por lo que le dieron su espacio allí, pero además de eso, su conversación fue bastante fluida e incluso podría considerarse normal.
Mientras Feng Xi observaba a la mujer todo el día, le pareció que esta persona afligida estaba en negación.
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Feng Xi se sentía en conflicto. Mu Rong An hablaba día a día como si la persona que se había encerrado en su habitación durante semanas en la oscuridad no fuera ella misma, y si realmente era su forma de superar esto, Feng Xi, inicialmente, no tenía en mente interferir. Después de todo no había una forma correcta de enfrentar ese tipo de pérdida, cada persona hacían frente a eso de la mejor forma que podían.
Pero cuanto más tiempo pasaba, sentía la situación menos sana. No importaba cómo se viera, esa mujer nunca lloró, ni una sola vez.
Incluso cuando se había encerrado prohibiendo que todos se acercaran, Feng Xi, que nunca había estado muy lejos, en ningún momento había escuchado gimoteos amortiguados, e incluso a veces era demasiado silenciosa la respiración de la mujer y parecía haberse ahogado, Feng Xi se había asustado y pidió que los criados revisen a su ama. Pero la mujer se encontraba sentada en su cama, tocando su estómago plano, con una mirada muy lejos de allí,  una mirada distante y sombría.
Sin embargo, esta misma mujer ahora se encontraba... ¿bien?... pero sin estar dispuesta a llorar... Definitivamente eso no era algo sano.
Esta persona había quedado bajo su protección y, dado que el general confiaba en ella, no podía soportar permitir que su esposa siguiera comportándose así; La misma Feng Xi no podía soportar dejar que esta situación continuara. Aunque la esposa del general seguía en negación, en algún momento tendría que enfrentar la realidad... ¡y eso la dejaría hecha pedazos! 
Feng Xi tomó el asunto en sus propias manos. 
Al principio intentó que ella hablara al respecto. Cuando intentaba iniciar la conversación, si esta no la ignoraba, entonces la mujer le contestaba con palabras corteses sin ocultar los insultos e ira que transmitía. Luego trató de conseguir que Yan Mi hablara un poco con Mu Rong An. Sin embargo, ella de repente ya no le tenía cariño al niño y pedía no verlo.
Feng Xi decidió que no sería tan educada de ahora en adelante. Salió y trajo a un bebé. Era un bebé de cinco meses cuya madre la seguía por detrás.
Mu Rong An, que jugaba con su qin, sintió que sus dedos temblaban, la última nota se tensó, casi perforando el tímpano de todos. El bebé dormido se despertó asustado y dejó escapar unos fuertes lamentos.
—¿Cuál es el significado de esto?— Mu Rong An había preguntado en tono brusco.
La madre, amiga de Feng Xi, hizo un movimiento para llevarse al niño, pero decidió no hacerlo. Su amiga le había pedido un favor y sabía que el bebé estaba a salvo en sus manos. Entonces suprimió su instinto maternal y esperó a un lado, observando a Feng Xi mecer al bebé en sus brazos. Feng Xi no respondió a Mu Rong An, que la observaba con los ojos entrecerrados, ya llamando a los sirvientes.
Sin embargo, nadie entró. Feng Xi ya había cerrado las puertas detrás de ella.
—¡Tienes bastante coraje!
Esa ira se estaba convirtiendo en una imagen que podía reconocer cada vez mejor en su maestra.
Cuando el bebé se calmó, Feng Xi se volvió para mirar a Mu Rong An y cuando se acercó, pudo verla tensarse.
—Solo sostenlo por un momento.— Pidió mientras se arrodillaba y se sentaba al frente de Mu Rong An, sin importarle la mortal mirada que le daba.
Mu Rong An apretó los labios sin hacer ningún movimiento hacia los brazos estirados frente a ella que sostenían al bebé.
—... Y te dejaré en paz después de eso.
Tomaría sus palabras por eso. Estiró los brazos y le pasó el bulto de ropa con cuidado. Feng Xi le hizo un gesto con la cabeza para que mirara a la cara del bebé.
Realmente era un lindo y dulce bebé que ahora hacía suaves sonidos con su pequeña boca. Estaba bastante animado después de su susto anterior, contando una historia propia con los bracitos alzados para alcanzar a Mu Rong An, pero eran demasiado cortos y solo tocaban el aire.
Feng Xi no podía ver la cara de Mu Rong An sin importar en qué posición intentara asomarse y ahora solo podía desear lo mejor. No pasó mucho tiempo de todos modos, antes de que la esposa del general levantara la cabeza y Feng Xi sintiera... su corazón hundirse.
Hablando sinceramente, lo que Feng Xi buscaba eran las lágrimas de Mu Rong An, una aceptación de la realidad, algo para que ella gritara, llorara o lo que fuera. Sin embargo, la cara que la miraba ahora estaba fría como la piedra, ya ni siquiera tenía una sonrisa educada.
—¿Eso seria todo?— Preguntó neutral, y Feng Xi descubrió que había perdido la voz para hablar y solo se sentó allí cuando vio que Mu Rong An le hizo señas a Ji Fei para que se acercara y se llevara a su hijo, formando pequeña sonrisa mientras alababa las facciones de ese niño y le deseaba longevidad.
En el brazo de su madre, el bebé estaba aún más animado. Había sido suave y cálido en sus brazos, y ahora dejaba el lugar frío y desolado y Feng Xi pensó que el bebé era tan burbujeante como Mu Rong An muerta por dentro. El corazón de Feng Xi se rompió en la impotencia... ¿Había ido demasiado lejos? ¿No sintió nada al tomar al bebé en sus brazos? 
Mirando a Mu Rong otro poco, se preguntó si tal vez había empeorado la situación.
Feng Xi solo podía suspirar en su corazón y dejar a Mu Rong An sola por ahora, físicamente por lo menos. 
Según lo prometido, logró encontrar un trabajo para Ji Fei a cambio de su ayuda y sin renunciar por completo a su idea, de vez en cuando ayudaría a Ji Fei a cuidar al bebé eligiendo lugares donde la voz del niño podría ser escuchado por Mu Rong An, incluso si no estaba dispuesta a verlo.
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Los días seguían yendo y viniendo. Una mañana, mientras Feng Xi sostenía el papel en sus manos, debatió consigo misma si debía hablar sobre eso o no. El contenido eran cosas no oficiales por ahora. La lucha había terminado, dos grandes ciudades fueron tomadas del país Fen. Sin embargo, el Emperador aparentemente había consentido la oferta de paz del nuevo rey. Esto aún no se había convertido en un decreto. Bueno, podía ser algo beneficioso si esto lograba hacer que Mu Rong An dejara de ignorarla cuando estaban en la misma habitación e intentaba de entablar una conversación con la mujer.
—El general está en camino.
Dijo las palabras en voz baja cuando Mu Rong An estaba sola en su habitación. No fue realmente un ensayo correcto. No era que ella hubiera hablado con él o que él le hubiera escrito; porque su informante era del vice general Ru Shan Yong la había sometido. Sin embargo, el general Ru no tenía ninguna razón para no regresar aquí, bueno, no podía regresar a la capital antes de tener un decreto imperial que lo especificara, pero aquí estaba bien, ¿verdad?
Mu Rong An escuchó mientras Feng Xi hablaba, sus dedos temblaban ligeramente, así que cruzó las manos juntas sin romper su perfecto equilibrio. En algún lugar de la habitación había pequeños papeles escritos por Ru Shan Yong, ella misma no sabía dónde, porque los criados se ocupaban de ellos. No eran muchos, ni siquiera podían llegar a diez, pero a pesar de que él había dicho que ella no tendría noticias suyas durante todo ese período, él todavía escribió. Había descubierto traidores en sus filas, no dijo sus nombres ni datos que pudieran revelar sus identidades... pero aún así escribió, aunque sabía que en algún lugar de la mente de su esposo no confiaba por completo en ella.
Nunca decía mucho, pero aún pensaba en ella lo suficiente como para escribir. 
Sin embargo... ella nunca respondió.
La primera misiva había llegado cuando ya estaba en esta ciudad y había tenido la tentación de escribir. En realidad, incluso había escrito y reescrito muchas versiones de esa carta. Resultó una gran carta a pesar de las advertencias de Feng Xi de que ese no era un buen momento como para distraerlo. Mu Rong An podía ignorar la opinión de Feng Xi, pero pensando cuidadosamente, todavía quería ver la sorpresa en la cara de Ru Shan Yong, así que dobló los papeles y siguió pensando qué escribir, hasta que no pudo escribir para él nunca más.
Ella también dejó de leer sus misivas y dejó que se acumularan... en alguna parte.
Los ojos que nunca supo que cerró, se abrieron al escuchar a Feng Xi hasta el final, y comentó con ligereza.
—Ese tratado tampoco durará. 
El rey Wu Wei había roto la alianza anterior solo un año después de la temporada de renovación, incluso si le echaba la culpa a su padre. Volvería a intentarlo, ciertamente, cuando se considerara más fuerte y en ese momento, sería Hen Ru Ying, el Emperador, y marcharía para matarlo originalmente de todos modos.
Pero todavía era bueno que, después de ser asaltado, el país Nan se convirtiera en el asaltante, incluso dominando dos ciudades del país Fen.
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De alguna manera se filtró la noticia de que el general venía a la ciudad y quién hubiera dicho que había tantas personas que tenían quejas contra él. Antes de eso, había algunos refugiados que huían del campo de batalla y que habían sido admitidos en esta ciudad altamente segura. Las órdenes originales eran que no se dejara entrar a nadie de quién no se supiera realmente su identidad y lealtad. Pero los que vinieron estaban hambrientos, perdidos y destrozados. ¿Cómo tendrían la resistencia para ser interrogados individualmente y luego caminar una vez más a otro sitio que veían como confinamiento? Algunos de los militares de corazón blando se compadecieron y permitieron que se infiltraran unos cuantos en ella, la propia Feng Xi ayudó a dejar entrar a un cierto número de personas bajo su identidad masculina, que era conocido por ser uno de los asesores del general Ru.

Uno podría brindar por su buen corazón, ya que incluso en este mundo de guerra, intrigas y traiciones, ella todavía se mantuvo fiel a sí misma, pero al mismo tiempo, uno podría preguntarse si exponerse a posibles problemas y situaciones que amenazan la vida no siempre fueron padrte del papel de la heroína, de lo contrario, ¿alguno de ellos podría ser entonces un traidor e intentara matarlos a todos?
Habían ganado, estaban celebrando, la idea del peligro era muy lejana. El decreto imperial se dio a conocer a todos en la ciudad, siempre abarrotada pero segura, finalmente abrió sus puertas por las mañanas. Ahora esperaban aclamar por sus héroes. 
En medio de los acontecimientos alegres, se estaba preparando una conspiración mientras todos bajaban la guardia.
Una noche, no fueron una o dos, sino una gran cantidad de residencias incendiadas mientras la población gritaba, después de haber visto venir a lo lejos los caballos de los héroes. Sus gritos de júbilo pasaron rápidamente a ser de horror. Los guardias cuyas comidas y bebidas habían sido atacadas lucharon para ayudar mientras la escena se convertía en una matanza. 
Entre los perpetradores se encontraban aquellos que por naturaleza querían ver la ruina de los demás, aquellos que deseaban asesinar a su enemigo, aquellos que habían sido contratados y atacaban a otros por razones políticas, y también estaban aquellos refugiados que se regocijaban en la idea de que los militares también regresarían a una ciudad devastada y con sus familias asesinadas, de la misma forma en que ellos tuvieron que sufrir en algún momento. 
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La residencia donde estaba Mu Rong An también fue atacada. aunque presta de una minuciosa atención, también fue atacada. Las espadas se cruzaban afuera con tal de proteger a todos los que habían sido reunidos adentro. Ese día descubrió que el pequeño bebé de Ji Fei estaba bajo el cuidado de Feng Xi y lo acunó dormido más cerca de su pecho mientras sus ojos miraban por todas partes, procesando la repentina situación. Había venido a decirle a Mu Rong An que las banderas del general se veían a lo lejos cuando un guardia la atacó de repente, golpe que logró evadir. 
Ahora mismo la situación era un desastre. Todos gritaban y ella se preguntó qué parte de la residencia sería el mejor lugar para esconder a la esposa del general y al bebé para que ella también pudiera salir y ayudar con la pelea.
Los guardias personales de Mu Rong An la defendían mientras corrían. Había tres de ellos que Ru Shan Yong había dejado a su cuidado. Cada vez que sus espadas cortaban a un asaltante, la sangre se salpicaba por todas partes. La vista del líquido rojo hizo palidecer a Mu Rong An. Sangre, tanta sangre que la hizo recordar su estado agachada en una cama ensangrentada rogando... suplicando. 
Uno de los guardias fue asesinado frente a ella y se despertó de golpe de su ensoñación cuando Feng Xi tiró de su mano para que corriera más rápido. Dos de sus sirvientes las siguieron de cerca.
Mu Rong An y sus sirvientes fueron empujados en una habitación defendida por cinco de los guardias de la residencia, mientras que los guardias del general también estaban allí. Feng Xi le pasó al bebé y, sin mirar atrás, espada en mano, salió disparada a luchar. 
Dentro de la habitación, estaba la pareja que la había recibido en su hogar y algunos de los sirvientes, así como la concubina. La esposa habló para apaciguarla y con una sonrisa educada, Mu Rong An respondió que estaba bien incluso preguntando por los demás. 
Poco después, Feng Xi también trajo a Ah Mei por su seguridad, antes de salir de nuevo con la esperanza de encontrar a Ji Fei, a quien había arreglado para trabajar aquí. 
Ah Mei cruzó sus ojos con Mu Rong An y rápidamente bajó la mirada. 
Mu Rong An se levantó para sentarse junto a ella, inconscientemente acercando al bebé a su pecho. 
—¿Por qué no dices nada ahora?, tenías mucho de qué hablar la última vez.
Pero la otra no parecía estar dispuesta a ser su distracción ya que resueltamente mantuvo la boca cerrada, su cabeza no se levantó en absoluto. Mu Rong An simplemente sonrió respondiendo algo vago a lo que la concubina le estaba preguntando.
El hombre de la casa fue muy tranquilizador, indicando cómo hizo que sus hombres la buscaran y lo bueno que fue que ella llegara aquí tan rápido. Esta habitación era segura, las ventanas no podían romperse desde afuera y el frente estaba protegido por guardias capaces. La cara educada de Mu Rong An mostraba una cara educada, pero su estado de ánimo no era de cordialidad, ya que dijo que se suponía que la ciudad también era segura ¿y no eran sus guardias también aquellos que yacían muertos no muy lejos en esta misma residencia?
Y como para probar sus palabras, escucharon sonidos de pelea justo en frente de la puerta y Mu Rong An sonrió mientras los demás contenían el aliento. 
Una situación difícil nunca llega sola. De repente una de las criadas de la residencia arrojó la lámpara de aceite al suelo y las velas la encendieron, mientras que otro par apuñalaron a las personas más cercanas a ellas.
"La venganza ha venido por ustedes". decían esos ojos inyectados en sangre. 
Los gritos mortales peaparecieron aquí también y la muerte en camino.
Los sirvientes de Mu Rong An sse le acercaron rápidamente mientras ella, en una formidable demostración de apatía, le preguntó a la temblorosa Ah Mei a su lado. 
—Si hoy fuera tu último día de vida, ¿cuál sería tu mayor arrepentimiento?
La lucha continuaba, sirvientes contra sirvientes, los amos del lado opuesto ya estaban muertos. Afuera, notaron que algo andaba mal y querían forzar la entrada, pero las puertas habían sido cerradas por dentro y el fuego se había extendido. 
Ah Mei, no quería morir... de verdad no quería morir... 
—Es simplemente la muerte de todos modos...— dijo la voz cerca de ella como si leyera sus pensamientos con esos ojos pálidos. 
Esta mujer... esta persona... estaba lista para morir... Las lágrimas de Ah Mei no podían parar de correr. ¿Por qué estaba tan tranquila? ¿Realmente iban a morir sin importar qué? 
El bebé no pudo dormir más y comenzó a emitir pequeños sollozos antes de llorar fuertemente en el abrazo de Mu Rong An, haciéndola recordar que todavía tenía a esta pequeña criatura en sus brazos.
Como si el grito del niño la trajera de golpe a la realidad, Ah Mei también se convirtió en un desastre de lágrimas. 
—No quiero morir,— gimió temblorosa. —todavía tengo que acompañar a Feng Xi, todavía tengo que volver con el abuelo... no quiero morir. No quiero ser estrangulada... no quiero ser apuñalada... quiero morir de vejez.— Su voz estaba quebrada y llena de gimoteos. 
—Bueno, no tendrás que ser apuñalada,— interrumpió Mu Rong An. Por lo que podía ver, todos los asaltantes habían sido manejados, un sirviente de la casa aún vivo y sus dos sirvientes también, que ahora estaban buscando escapar de esta habitación que se estaba quemando rápidamente. —Pero las posibilidades de morir asfixiadas son mayores.— Era casi como si la muerte no le preocupara.
Esta mujer noble estando tan tranquila, solo mirando lo que ocurría, Ah Mei finalmente comenzó a sacudir a la otra con desesperación. 
—¿No vas a morir también?
Pero la otra solo sonrió, por lo que la zarandeó aún más fuerte: 
—Tú, tú... cómo puedes ser la esposa del general... ¡Feng Xi nos habría encontrado una salida!— Obviamente, esta mujer estaba siendo valiente porque debía tener una respuesta a todo: le decía su cerebro asustado a Ah Mei.
La bofetada que recibió después de terminar de hablar resonó incluso en la sala en llamas. La ira vino al rescate de Mu Rong An como nada más podría haberlo hecho. Sus ojos eran atronadores. Ella no lo dejaría, que incluso para su final, tenía que ser comparada con los demás. Realmente, si esta persona estaba tan ansiosa, a Mu Rong An no le importaría ayudarla a abandonar este mundo antes. 
Al otro lado de la puerta, escucharon los gritos de la voz de Feng Xi, haciendo que Ah Mei se pusiera de pie con una nueva esperanza en sus ojos. Los sirvientes tampoco estaban ociosos e intentaban con todas sus fuerzas derribar las ventanas para huir de allí, porque en todas partes alrededor de la puerta estaba lleno de llamaradas, junto a un aire humeante, ardiente y difícil de respirar.
Mientras tosían, escombros comenzaron a caer del techo sobre sus cabezas. Con el bebé llorando de miedo, Mu Rong An solo podía acunarlo más cerca de su pecho.
La idea de su muerte no la preocupó mucho, pero al mirar esta pequeña y diminuta cosita en sus brazos, descubrió que no estaba dispuesta a verlo desaparecer también. Un dolor fantasma desgarró su estómago. El dolor de vivir. Ella lo envolvió con una tela para que no inhalara demasiado humo, deseando poder tener más oxígeno del que estaba teniendo ahora.
Los sirvientes finalmente rompieron un lado de la ventana quemándose los dedos, gritando que vinieran rápidamente. Estaban en la habitación de arriba, tenían una salida pero aún no podían saltar. El techo seguía cayendo. 
Feng Xi hizo que la gente se reuniera con mantas extendidas, pidiéndoles que saltaran. 
Bajo las órdenes de la esposa del general, la sirvienta de la residencia saltó primero y fue llevada de regreso con seguridad, seguida por Ah Mei. Los dos sirvientes le pidieron a Mu Rong An que saltara delante de ellos, pero la mujer solo pasó al pequeño niño a una de sus criadas y la empujó a saltar. Ambos aterrizaron a salvo. La madera sobre la ventana se rompió y el otro sirviente saltó en reflejo, pero Mu Rong An ahora estaba atrapada en la sala ardiente sin escapatoria.
Ella nunca planeó escapar en primer lugar. Su mano sobre su estómago plano, un dolor lejano mucho más horrible que el ardor que sentía ahora le había exigido que se quedara. El destino era demasiado cruel, más bien lo condenaba todo. 
Vivir día a día era muy doloroso. Demasiado doloroso. 
En el exterior, Feng Xi gritaba su nombre.
Morir, ella realmente no había pensado en morir, pero ahora que la oportunidad estaba allí, ¿por qué dejarla pasar? Mientras tosía en esta atmósfera irrespirable, sus pulmones aparentemente ardían también, sintió que lamentaba haberse deshecho de sus pendientes envenenados. Ella podría haberlo usado ahora. Aspirar el fuego en su pecho era muy doloroso. Ella no podía respirar. 
Otra voz ahora gritaba su nombre. Ella pensó que era de él.
Ella... con respecto a él... realmente deseaba, podría haber visto su rostro cuando le presentara a su hijo. Había tenido tanto... amor por este desafortunado. Lo habría apreciado. Y como su niño... ella tampoco tenía destino
Al final, ella habría sido una piedra en el camino de Ru; él tropezó pero no se cayó. Y pronto, seguramente olvidaría cómo era esa molesta piedra.

¿Era una persona despreciable si incluso cerca de su último aliento, odiaba la idea de que él no sería feliz por ella? ¿Era malo desear que él permaneciera soltero, sin olvidarse nunca de ella? ¿Llorar por ella como si realmente le importara?
De repente, los gritos lejanos estaban ahora más cerca, la voz de muchas personas y una más fuerte, llamándola, ordenándole que se mantuviera lo más lejos posible de la puerta. Más tarde, una explosión cuando se quebró la puerta en llamas. Su nombre fue gritado y nunca tan fuertemente, la voz nunca había sido tan desesperada. 
Si lo imaginaba todo o no, no podía estar segura y perdió el conocimiento, su mano sobre su estómago, una oración en sus labios.

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