sábado, 19 de octubre de 2019

Prólogo

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"Parece que he desarrollado sentimientos por usted. ¿Me daría el honor de salir conmigo, señorita Hina Uzuki?"
Dentro de la oficina y bajo una tenue luz, él se le confesó de una manera extrañamente profesional. Las relucientes luces de neón del freno de un auto que se encontraba afuera, entraron a través de las ventanas e iluminaron la cara de Hina.
Estaba vestida con una blusa negra, recién planchada, combinada con un pantalón plisado de color beige claro. Su cabello, que llegaba hasta los hombros, estaba recogido en una cola de caballo para facilitar el trabajo, y su flequillo estaba suavemente recogido a un lado con horquillas.
Para ser una mujer, ella era tenía una apariencia marcadamente masculina. Miró fijamente al hombre que pronunció esas palabras al mismo tiempo que cerraba la tapa de su computadora portátil. 
—...Señor Hasegawa, ¿qué dijo? ¿una broma?
—Hubiera sido mejor si fuera una broma... Desafortunadamente, no lo es. De una forma u otra, he llegado a quererte genuinamente. Puede ser un hecho muy difícil de aceptar, pero un hecho sigue siendo un hecho.
Sus palabras eran cortantes como con un cuchillo, pero parecía que Hasegawa admitía su confesión de amor. Pero a pesar de que se acababa de confesar, tenía una expresión algo preocupada. Al ver esa expresión, Hina parpadeó y frunció el ceño.
Kaoru Hasegawa, 32 años. También conocido como "Máscara de hierro del Departamento de Ventas"
A pesar de ser el As del Departamento de Ventas, Hasegawa siempre mantuvo un rostro inexpresivo, de ahí el apodo. Llevaba unas gafas plateadas de bordes finos que enmascaraban sus ojos afilados y se asentaban sobre su delgado y alta nariz. Incluso como hombre soltero, siempre se las arreglaba para usar trajes cuidadosamente planchados que parecían ser completamente nuevos.
Era famoso dentro de la compañía por su terco perfeccionismo. Realizaba tareas con gran precisión y exactitud, ¡incluso un solo error de imprenta en un documento no podía escapar a sus agudos ojos! Su escritorio debe dejarse tal como siempre está, y si algo se movía solo una pulgada, podía localizar al perpetrador de inmediato. También se rumoreaba que el tiempo y la frecuencia de sus pausas para el café estaban fijamente cronometrados.
Ese hombre apuesto, estricto y perfeccionista, con una expresión algo preocupada, le confesó su amor en un tono monótono.
Con un pequeño suspiro, Hina se pellizcó las mejillas mientras intentaba dar sentido a lo que acababa de suceder. Al ver esto, Hasegawa supuso que se había adormecido y no respondió de inmediato, y cruzando los brazos, bajó la voz en un tono aparentemente enojado y dijo:
—Entonces, ¿cuál es su respuesta? Para mi confesión, quiero decir.
—No, es imposible.
En el momento en que Hina se dio la vuelta, la cara de Hasegawa se crispó en sorpresa y se alejó un paso de ella mientras su cuerpo temblaba en estado de shock.
—...¿Estás segura?
—Estoy segura. ¡Bueno, señor Hasegawa, gracias por su trabajo el día de hoy!
Hina agarró rápidamente su bolso e inmediatamente se fue, como si estuviera huyendo de algo.

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